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Agricultura

Los productores de calçots de Valls retrasan el cultivo a la espera de la reapertura de los restaurantes

El coronavirus vuelve a afectar a la cosecha de esta cebolla dulce

Una mota de calçots plantados en una finca en Valls.

Los productores de calçots de Valls retrasan el cultivo a la espera de la reapertura de los restaurantesACN

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Los productores de calçots de Valls retrasan el cultivo a la espera de la reapertura de los restaurantes. Si en un año normal los campesinos estarían forzando el cultivo para poder vender los calçots tempranos, la pandemia está causando el efecto contrario. Ahora el objetivo es evitar que el calçot se haga grande antes de que puedan abrir los restaurantes, donde se vende el mayor volumen de la producción. Pendientes de este momento, los productores de la IGP Calçot de Valls piensan estrategias para evitar que el coronavirus les vuelva a estropear la temporada, como sucedió en el mes de marzo -con un 25% de la cosecha perdida. Algunos han tirado la toalla y han desistido de volver a plantar. Las lluvias de las últimas horas hacen crecer un cultivo que este año se quiere frenar.

El coronavirus vuelve a sacudir el calendario de las calçotades. La temporada pasada ya se vio afectada -cosa que obligó a los campesinos a dejar calçots sin recoger y labrar la tierra- y esta prácticamente ni ha arrancado. El cierre de restaurantes obliga a los productores a aguantar los calçots en el campo y evitar que hagan vía y avancen demasiado deprisa. «Poca agua, poco abono y no correr demasiado a calzar para que no se estiren tanto», dice el presidente de la IGP Calçot de Valls, Francesc Xavier Amill, en declaraciones a la ACN. Los campesinos se las tienen que ingeniar en el mes que se da el pistoletazo de salida a la temporada de calçots. De poner el acelerador a clavar el freno.

Aunque la temporada empieza en noviembre, la época alta de consumo no llega hasta finales de enero y se mantiene hasta Semana Santa. De ahora a finales de año, el porcentaje de consumo y venta de calçot es mínimo. Es por eso que Amill opina que las restricciones «más vale que se apliquen ahora que después» y que, «a partir del inicio de 2021 la actividad se reactive». Aunque los socios de la IGP están preocupados por las perspectivas del sector, la mayoría de agricultores plantaron el cebollino entre marzo y abril. Otros plantaron el 50% y hay de lo que han hecho. «Los campesinos somos tozudos y la mayoría hemos hecho igual, si bien este año a buen seguro que la producción de calçots será inferior», apunta.

En todo eso, entre los restauradores de la zona hay cierta inquietud no haya suficientes calçots para cubrir toda la temporada. En el Alt Camp hay una cincuentena de restaurantes que ofrecen menú de calçots en sus cartas. En época de calçotades hacen caja. El restaurante Casa Fèlix, que también dispone de hotel, ofrece una promoción de alojamiento y calçotada, con mucha demanda, ahora totalmente parada. Otro restaurante, Cal Gancho, en Masmolets, ya hace años que sólo abre en los meses de calçots. Un mensaje en su contestador automático informa a los clientes de que permanecen cerrados por la actual situación de pandemia, pero con muchas ganas de poder abrir puertas y ofrecer calçots.

Aunque la pandemia obligó a dar por perdida la recta final de una temporada que se preveía de récord, se recogieron cerca de 18 millones de calçots etiquetados como IGP Calçot de Valls, que agrupa una cincuentena de productores de cuatro comarcas tarraconenses. Este año la IGP también prevé muy buena cosecha. Los productores se plantean vender los calçots cocidos, pensando que muchos renunciarán a organizar calçotades en masías particulares por la limitación de los encuentros de máximo seis personas. También se lanzarán campañas por redes sociales para promover que se cocinen calçots en las casas, como cebolla dulce, tal como se hizo el año pasado, con gran seguimiento.

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