Escritora
Entrevista
Care Santos: «Mi padre abandonó el sueño de escribir sin hacer ruido»
La escritora presenta ‘El amor que pasa’ (Columna), una obra basada en las cartas que su padre escribió a la madre

La escritora de Mataró Care Santos.
La novela se basa en la correspondencia entre tus padres cuando empezaron a salir. ¿Qué sabías, de estas cartas?
«No había visto nunca ninguna, pero sabía que estaban. Las había pedido a mi madre, pero ella siempre me decía el mismo: Cuando me muera. A veces me decía que las tiraría, así que no tenía ninguna certeza de encontrarlas. Fue una gran sorpresa tenerlas. Además, estaban preparadas para mí».
¿Crees que, en el fondo, ella quería que las leyeras?
«No lo sé. Quizás lo que quería es que hiciera alguna cosa, porque madre siempre supo que yo pensaba en una novela. Hace veinte años ya hice un intento de escribir esta historia y la tuve como cómplice, aunque en aquel momento lo ficcioné más. Pero entonces ya me estuvo ayudando con cosas que necesitaba saber».
¿Las cartas las lees con ojos de hija o de escritora?
«La primera lectura la hago como hija. Y además arrebatada, porque este año hará 35 años que mi padre murió y, de alguna manera, fue como recuperarlo. Leerlas fue como recuperar su voz y su manera de pensar y de vivir. Además, escribía muy bien, así que fue muy placentero. Esta fue una primera lectura, rápida y como hija. La segunda fue la de la novelista que tiene que poner orden porque, si no, con tanta emoción y amor, hubiera salido una cosa terrible».
Tu padre era de Sevilla y tu madre catalana. Con los ojos de hoy nos cuesta un poco entender que se enamoraran por carta.
«¿Quieres decir? Yo creo que la gente siempre se ha enamorado a distancia».
¿Incluso ahora?
«I tanto, ahora todavía más, porque hay más tecnología. Sólo han cambiado los medios. De todos modos, también me pregunto: ¿Si alguien quiere hacer una novela dentro de 70 años, qué quedará? La inmediatez hace que todo sea poco memorable. En las cartas, en cambio, todo está más pensado, dices cosas grandilocuentes y te pones serio y trascendental. Esta inmediatez ha matado un poco la solemnidad que tenían las cartas».
Has leído las cartas cuando los padres ya estaban muertos. ¿Crees que habría cambiado alguna cosa si lo hubieras hecho con ellos con vida?
«Seguro. Los habría bombardeado a preguntas. Y supongo que eso es lo que madre quería evitar: no debió querer un debate sobre su vida íntima. A padre, en cambio, me parece que no le habría importado nada».
¿Qué te habría gustado poder preguntarle, a madre?
«Pues una aventura suya increíble. Madre era una mujer seria, recta, estirada, pero durante un viaje por Madrid se fue con el guía toda la noche al Pasapoga, que era un cabaré que en aquella época tenía bastante mala reputación. Volvió a las siete de la mañana, diciendo que venía de misa. No creo que hiciera nada, con el guía, aparte de flirtear, pero me habría gustado mucho que me lo explicara. De todos modos, me parece que tampoco lo habría hecho».
Padre dejó obra escrita. Dime, qué opinas de esta obra. Ahora te pido que te lo mires con ojos de escritora, no de hija.
«Me acerqué con mucha petulancia, siendo un poco perdonavidas: yo, novelista profesional, que hace tantos años que me dedico y he ganado premios, miraré a ver qué escribía mi padre... Y me sorprendió mucho. Tiene dos novelas acabadas. Una es una novela histórica, quizás más convencional, y otra es de carácter más social. La escribió en los años ochenta, en el momento de la eclosión de la heroína y el sida. Él había estado trabajando como médico en un centro de desintoxicación y todo eso lo impresionó muchísimo. Me gustó mucho».
¿Eso de escribir te viene del padre, pues?
«Sí, mi vocación viene de la de él. Siempre lo vi escribir. Él quería ser escritor, pero yo no sabía hasta qué punto había querido serlo seriamente. En las cartas queda clarísimo. Eso también me conmueve mucho, porque no es escritor quien publica, sino quien escribe como una manera de vivir. En algún momento, sin embargo, el padre abandonó aquel sueño sin hacer ruido».