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Una familia de Callús vende huevos de más de 100 colores diferentes por el cruce genético de gallinas de raza

Los dos primeros ejemplares los compró en el mercado de Valls

Toni Martínez a punto de dar de comer a las gallinas.

Una familia de Callús vende huevos de más de 100 colores diferentes por el cruce genético de gallinas de razaACN

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Toni Martínez y Nereida García son dos fanáticos de los huevos fritos. No encontraban en el mercado unos de bastante calidad que les hicieran salivar y apostaron por criar sus propias gallinas, inicialmente en el barrio de las Escodines de Manresa, de donde son originarios. Se fueron al mercado de Valls y compraron un par de gallinas de raza: unas chilenas, que ponen unos huevos azulados, y unas francesas, que los ponen de color chocolate.

Martínez explica que las tenían separadas en el patio de su casa en Manresa, pero un día de ventolera se acabaron mezclando.

Su sorpresa fue cuando el año siguiente, los polluelos empezaron a poner los huevos de un verde claro. La curiosidad los llevó a seguir con los cruces, de generación en generación, y diez años después disponen de 600 gallinas y más de un centenar de tonalidades, de manera natural, sin ningún tipo de colorante. Para poner algunos ejemplos, se pueden ver de de un verde intenso, gris, turquesa, rosa o dorados. Según Martínez, en un par de generaciones más podrán cubrir toda la gama del blanco al negro.

Las gallinas de raza ponen de febrero a octubre y tienen una producción de entre los 80 y el centenar de huevos al año. En comparación con las gallinas que ponen de manera industrial, modificadas para dar huevos todo el año, las de Martínez ponen tres veces menos. Aparte, los animales de producción intensiva, antes de llegar a los dos años tienen que ser sacrificados, mientras que en la granja tienen gallinas con siete y ocho años de vida. El cuidado que hacen es del todo natural y, por ejemplo, ahora en invierno, para evitar resfriados los dan infusiones con una mezcla de hierbas. «Es lo mismo que me tomo yo, y evitamos darles antibióticos», explica Toni Martínez.

Todo hace que la calidad del huevo, respetando los ciclos naturales y comparado con un huevo convencional, «no tenga nada que ver». Como característica, el caparazón es mucho más grueso, la clara mucho más gelatinosa y la yema se más consistente. «Podríamos coger la yema con los dedos sin romperlo e ir pasándolo», ha explicado.

Las gallinas comen pienso convencional y maíz roto. Ahora, con la gripe aviar, no pueden salir al exterior, pero habitualmente también comen hierba y lo que encuentran en los más de 6.000 metros cuadrados que rodean el gallinero. Martínez explica que el precio también se acabará viendo afectado, ya que las subidas del precio del pienso han ido escalando. «En noviembre la subida ya fue de un 20% y ahora se está hablando de un 30% más», lamenta. «Cuando empezamos ahora hace diez años el precio del kilo de pienso valía 28 céntimos, y ahora se habla de que subirá hasta los 60 o los 70». «Al final tener gallinas será insostenible», ha añadido con indignación.

En la granja hacen venta directa, pero sus huevos también se pueden consumir en restaurantes que trabajan con productos de temporada. Además, la marca Heg Premium Eggs también se puede encontrar en los mercados de Barcelona.

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