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Esclavos del teléfono móvil, adicción del siglo XXI

Los adolescens son el grupo de población más expuesto a convertirse en adictos

El psicólogo sanitario Christian Knappe.

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Resulta extraño salir de casa sin el teléfono móvil, convertido hoy en la práctica en una extensión del ser humano, incluso hay personas que no pueden sentirse desconectadas del mundo virtual y son como esclavas de este dispositivo tecnológico, una adicción que se conoce como nomofobia.

A pesar de no ser todavía un trastorno reconocido al no aparecer en los manuales de diagnóstico, es una realidad y hay investigaciones y profesionales como el psicólogo sanitario Christian Knappe que advierten de su existencia.

Se trata de una conducta que 'a priori' puede no parecer perjudicial y pasar desapercibida, pero llevada a un extremo sí que lo es y su detección resulta complicada porque pequeñas señales de forma aislada no significan nada, pero unidas pueden traducirse en un «posible problema de adicción», explica en una entrevista este profesional.

Cambios en rutinas, comportamientos y socialización

Algunos signos de esta adicción son los cambios en rutinas, como retrasar el sueño o comida rápida para coger el terminal. También alteraciones del comportamiento -al estar más irritable- e interferencias en la concentración y atención, además de modificaciones en la socialización al no interactuar con personas de alrededores y preferir hacerlo a través de la pantalla.

Según detalla el psicólogo, le puede pasar a cualquier persona, pero es más común entre adolescentes porque han crecido con estos dispositivos y se encuentran en una etapa de inestabilidad emocional, un momento «crítico» de su evolución y maduración.

En algunos los puede afectar más que a otros, caso de los que tienen «una cierta vulnerabilidad», baja autoestima y dificultades en la regulación emocional y a la hora de relacionarse.

Sesiones de terapia para reducir el uso

Los tratamientos ante estas situaciones oscilan entre cinco y quince sesiones de terapia en las cuales se reduce el uso del móvil a un nivel adecuado -de manera progresiva porque puede causar una «ansiedad excessiva»- y se trabajan la autoestima, las emociones, las habilidades sociales y el control de impulsos.

Este tipo de asistencias son las que ofrece Knappe a la consulta de Hernández Psicólogos, situada en Marbella, donde también se promueven actividades alternativas beneficiosas al uso del dispositivo como quedar con otras personas, salir y practicar deporte para que el paciente salga de «este mundo o prisión que se ha creado en torno al móvil».

Si se trata de un menor de edad, los padres juegan un papel fundamental; ya que -aparte de la terapia- tienen que vigilar que se cumplan las pautas y ser conscientes de que son «los espejos donde se reflejan los niños», por lo cual es «incoherente» que hagan su trabajo ante ellos con el móvil.

Consecuencias del abuso: ansiedad, depresión o aislamiento

Christian Knappe ha señalado que las consecuencias psicológicas más comunes de la nomofobia son la ansiedad, la depresión o el aislamiento, «paradójicamente», porque se piensa que los móviles nos conectan con los otros, pero si se abandonan las relaciones cara a cara para hacerlo sólo a través del terminal hay «un problema».

Pero también existen consecuencias físicas como los dolores de cabeza o de estómago, problemas en la vista después de altas horas de exposición delante de la pantalla e incluso enfermedades en la muñeca y en el cuello por la posición al coger el móvil. Un panorama ante el cual es mejor aprovechar lo que tiene de bueno una tecnología tan común, aunque sin llegar al abuso.

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