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El Vox-PP o la apología del absurdo

Primer secretario de las juventudes socialistas de Tarragona

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Veían las elecciones ganadas. Sin esto no se puede entender nada de lo que ha pasado. En efecto, una semana antes de la cita con las urnas la prensa “afín” al tándem Vox-PP publicaba artículos del tipo: 'Feijoo ya tiene decidido quien será su ministro de economía'. Las encuestan que publicaban daban la mayoría absoluta al dúo de la derecha con la extrema derecha y algunas, incluso, alimentaban la posibilidad que el PP obtuviera la mayoría del Congreso. Se veían en la Moncloa, con el señor Abascal de vicepresidente o de 'ministro de familia', arrasando con todo lo que mínimamente oliera a 'sanchismo”' y con más de 200 diputados en las Cortes.

Pero paso algo…

Que se llama democracia. Y, así, los ciudadanos y ciudadanas en las urnas decidieron otra cosa. El Vox-PP no ganó ni en votos, ni en escaños, ni en porcentaje, ni en nada. Pese al descalabro que venían augurando desde hacía años el Partido Socialista ganó un millón de votos, pasó del 28% al 32% y el conjunto de las fuerzas progresistas y reformistas se impuso ampliamente al Vox-PP. Quiero subrayar el aumento del voto socialista porque es la primera vez en los últimos 20 años que un partido que viene de gobernar en una situación tan difícil (pandemia, guerra, aumento de la inflación, etc.) no solo revalida, sino que aumenta, y de que manera, su resultado electoral.

Llevaban tanto tiempo anunciando «el fin del sanchismo» que, víctimas de su propia propaganda, no entendían nada. Literalmente. Tan solo hay que escuchar los balbuceos del portavoz de Vox cuando una periodista le preguntaba como se explicaba que siendo «los implacables con el sanchismo» hubieran perdido 20 diputados.

Sin esto, sin esta mezcla de consternación-ira-y pura desesperación, no se puede entender la reacción pseudo-histérica que vemos estas últimas noches ante la puerta de la sede nacional del PSOE. Ni las apocalípticas -casi milenaristas- proclamas de los portavoces del Vox-PP.

Vayamos a los hechos objetivos. El presidente Pedro Sánchez presenta su candidatura a la investidura que saca adelante con el voto de ocho formaciones políticas distintas representantes del pueblo español, es decir, de todo el mundo menos el Vox-PP. Finalmente, obtiene el respaldo de la mayoría absoluta del Congreso de acuerdo con los mecanismos de nuestra democracia parlamentaria tras presentar su programa de Gobierno. De hecho, obtiene muchas más votos y apoyos que el 2019. Los partidos que votan sí a su investidura representan la voluntad democrática de 13'6 millones de ciudadanos españoles. Hasta aquí la realidad propia, repito, de una democracia parlamentaria…

Y a partir de aquí, el delirio. Para la señora Ayuso (sí, sí, la de los apelativos e insultos que riman con fruta) vivimos en una dictadura, el señor Abascal compara al presidente democrático del Gobierno de España con Hitler (aunque hay que reconocer que la gente de Vox cuando habla de fascismo habla con conocimiento de causa), y así todo de esta guisa.

Solo hay que ver la vanguardia de la gente que se agolpa ante la sede del PSOE para vomitar su odio. Banderas y simbología franquista, muñecas inflables, cascos de los tercios de Flandes, imágenes religiosas, etc. ¡Menudo tuti frutti! Parece increíble la exhibición, autentica apología del absurdo, que ofrecen cada noche, pero ¿de dónde los sacan?

Después de días de ominoso silencio el señor Feijoo se aventuró a condenar la violencia de la que somos víctimas estos días los socialistas para, a continuación, culpar de esta violencia… al presidente Pedro Sánchez. Sí, amigos y amigas, si unos energúmenos van a su casa de noche a insultarlo, difamarlo, amenazarlo, etcétera, la culpa -según la lógica Feijoo-…. sería suya. Así como suena compañeros.

Ante antes hechos los y las socialistas queremos deciros de una forma muy clara: no os dejéis impresionar por estas manifestaciones de odio, la inmensa mayoría de la sociedad -incluso los votantes de derechas- no las comparten. Nosotros y nosotras no caeremos nunca en alimentar agitaciones, la crispación o la violencia en la calle, ya sabemos a dónde lleva todo esto. El presidente acaba de dar a conocer la configuración de su Gobierno y vamos a dedicar toda nuestra capacidad política a facilitar el progreso económico, la generación de bienestar social y a garantizar la convivencia. Nada ni nadie, óiganlo bien los que insultan, van a apartarnos de este camino. Nadie.

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