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Tribuna

La increíble irresponsabilidad del señor Feijóo

Diputat del PSC per Tarragona

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Díganme ingenuo, pero uno tiende a pensar que incluso la derecha tiene un límite en su obsesión de acoso y derribo al Gobierno de España, un límite mínimamente ético que nunca se atrevería a cruzar. Pues estaba equivocado. Ya casi nos habíamos acostumbrado a oír que tenemos un Gobierno «ilegítimo» (pese a que el Partido Socialista y el presidente Pedro Sánchez vienen de ganar dos elecciones generales consecutivas y que cuentan con el apoyo de la mayoría absoluta del Congreso, reflejo de la voluntad soberana del pueblo). Pues no, es «ilegítimo», y lo será por los siglos de los siglos. Y punto. Como en 1936. Como en 1982. Como en 2004. Para ellos solo hay gobiernos «legítimos», por lo que parece, cuando gobierna la derecha. Cuando el señor Aznar llamó a ETA «movimiento vasco de liberación nacional», compareciendo como presidente del Gobierno, todo les resultaba muy razonable. Cuando el PP traspasó las competencias de la guardia civil de tránsito en Cataluña tal como exigía el señor Pujol, el PP «demostró tener visión de Estado» por incorporar a los nacionalistas catalanes. Cuando el señor Rajoy aprobó sus últimos presupuestos después de negociarlos con el Partido Nacionalista Vasco (un partido independentista) el mismo día (¡el mismo día!) que el Parlamento Vasco aprobaba una moción que pedía «que la Constitución reconociera un referéndum de autodeterminación para Euskadi» nadie abrió la boca. Todo era normal, razonable, deseable, incluso. Pero lean ahora a los corifeos de la prensa de derechas compitiendo en insultos dirigidos al presidente del Gobierno democrático. Para la dirigente del PP, señora Ayuso, el presidente quiere matar a la oposición. «Como en Nicaragua, como en Venezuela». Pim, pam. Tal cual. Para el portavoz de Vox en el Congreso, la aprobación de los presupuestos «representa la victoria de ETA». ¡Supera esto Ayuso! Todo les parece válido y legítimo para satisfacer un único objetivo: derribar el gobierno progresista y feminista como sea.

Pero a este escenario conocido por todos se le ha sumado ahora una maniobra torticera, pero enormemente desestabilizadora: utilizar la mayoría conservadora de un Tribunal Constitucional que se niegan a renovar (incumpliendo así la Constitución que afirman defender tanto) para paralizar votaciones en el Congreso y en el Senado, deteniendo así la actuación democrática de los representantes electos del pueblo en las Cortes. En los 44 años que han pasado desde la aprobación de la Carta Magna, tal situación no había ocurrido nunca. Nunca jamás, ni siquiera en los tiempos del «váyase señor González».

Tal decisión se ha aprobado con una mayoría exigua de 6 votos a 5, incluidos los votos de los magistrados conservadores que tienen su mandato caducado, pero que con su voto han decidido sobre su propio futuro (dejo al sentido común del amable lector la interpretación de esta realidad literal).

Por tanto, se ponen de manifiesto dos realidades indiscutibles. Primera, el carácter presuntamente moderado del señor Feijóo ha durado menos que una piruleta a la puerta de un colegio. A este paso va camino de convertir en razonable al señor Casado. Igual como no ha tenido ningún problema para pasar un Rubicón que no se le ocurrió transitar ni al señor Aznar, tampoco tendrá ningún escrúpulo para nombrar a alguien de Vox como ministro, por ejemplo, de Igualdad para acceder a la Moncloa. Ningún escrúpulo. Recordémoslo cuando vayamos a votar.

Segundo, el PP quiere controlar el Parlamento recurriendo a la mayoría conservadora de un Tribunal Constitucional que se niega a renovar. Con esta medida pretende decidir qué se aprueba y qué no se aprueba. Y esta, repito, es una puerta que ahora se ha abierto extraordinariamente inquietante.

Hay que recordar que el Partido Popular siempre ha recurrido al Tribunal Constitucional para impedir todos los avances sociales y de derechos que los Gobiernos socialistas hemos impulsado en estas últimas décadas (desde la ley de aborto, hasta el matrimonio igualitario, la ley de igualdad para defender los derechos de las mujeres, la ley de eutanasia, la reforma laboral, etc.) pero esta vez se han superado a sí mismos impidiendo, incluso, que las Cortes representantes de la soberanía del pueblo puedan llegar a votar. Así de increíble.

Ante estos hechos, el Gobierno progresista del presidente Pedro Sánchez, comprendiendo y compartiendo perfectamente la inquietud de muchas personas, seguirá defendiendo los valores democráticos y los derechos ciudadanos garantizados por la Constitución. Es y seguirá siendo así, pese a quien pese. Que nadie tenga la menor duda.

Hace unos años escuché a uno de los denominados «padres de la Constitución», Miguel Herrero de Miñón –conservador, por cierto– explicar a unos estudiantes universitarios que podían elegir entre ser «hijos de la transición o nietos de la Guerra Civil.» Es decir, hijos de la voluntad de llegar a acuerdos y consensos entre distintos para ganar en libertades o progreso, o nietos de quienes entienden que «los que no están con nosotros están contra nosotros y serán tratados sin piedad», como defendía Mola, uno de los generales traidores protagonistas del golpe de Estado de 1936. Con todo respeto, señor Feijóo, antes de seguir abrazado a la extrema derecha de Vox y de seguir el guion que le escribe la prensa más reaccionaria de Madrid, le aconsejó humildemente que lea las memorias del señor Herrero de Miñón. Encontrará, sin duda, muchas enseñanzas que pueden ayudarnos a todos.

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