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Tribuna

¿Qué que, señora Ayuso?

Diputat del PSC per Tarragona

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La cara del pobre Pablo Casado era un poema… y no me refiero a sus esfuerzos por ir esquivando al señor Abascal para evitar así la reedición de la foto de 2019 en la plaza Colón, no. Su gesto se contrajo y mutó cuando escuchó a su correligionaria, la señora Ayuso, poner en cuestión el papel institucional del Rey y jefe del Estado, Felipe VI. En concreto, en una afirmación sorprendente e inédita y en plena diatriba contra el gobierno constitucional de España, la señora Ayuso soltó «qué va a hacer el Rey de España a partir de ahora?, ¿va a firmar estos indultos, lo van a hacer cómplice de esto?». Tremendo.

Quiero pensar que las altas temperaturas que se registraron el domingo le hicieron cometer un lapsus lingue a la señora Ayuso, quiero pensarlo realmente (y se me puede acusar de ingenuo). Porque en caso contrario tendríamos que preguntarnos seriamente si el PP está invitando al jefe del Estado a incumplir con sus obligaciones constitucionales y a saltarse la ley. Porque como sabe cualquier alumno de secundaria de este país aprobar o no los indultos es competencia del gobierno, es decir del poder ejecutivo, pero en caso de aprobarlos tendrán que publicarse en el BOE firmados por Felipe VI de acuerdo, repito, a sus deberes constitucionales. ¿Estaba instando realmente la señora Ayuso al jefe del Estado a incumplir la ley? ¿Pondrá a Felipe VI en esta especie de tutti-frutti de «enemigos de España» que se han inventado? ¿Dirá también que es amigo de Puigdemont y de Otegi, como dice del presidente Pedro Sánchez? Por la cara de póker que se le quedó al señor Casado cuando escuchaba estas cosas de una líder de su propio partido en rueda de prensa delante de su sede nacional creo más bien que se trata de otra barbaridad derivada del relato apocalíptico que ha decidido adoptar la dirección nacional del PP (no sea que su gente más radical se le vaya a Vox). Lo cierto es que la concentración convocada por la extrema derecha y la derecha pinchó y reunió a menos de la mitad de los convocados que reunió ahora hace dos años (según los datos de los mismos organizadores). Una manifestación similar convocada el pasado jueves en Barcelona reunió a unas 200 personas, casi me atrevería a afirmar que convocar a menos gente, por parte de organizaciones que tienen una infraestructura partidaria detrás, es realmente difícil. ¿Por qué? Porque la mayoría de ciudadanos –que no gritan, que no insultan– están hartos de pirómanos como el señor Puigdemont o el señor Casado. Hasta las narices de los chantajes de la CUP y de Vox. Quieren convivencia, progreso, concordia, un futuro para sus hijos e hijos, y un escenario razonable de que su vida y la de los suyos vaya a ir a mejor en los próximos meses y años. Así de sencillo, así de claro.

Estas personas cuando ven las imágenes que dejó la concentración de ayer de gente ataviada con banderas y cabezas de toro (que parecían una burda imitación de los mismos sujetos que disfrazados con cabezas de bisontes asaltaron el Congreso de los Estados Unidos) sienten un rechazo casi instintivo. Igual como cuando veían a masas nacionalistas uniformadas con colores y con banderas independentistas gigantes gritando que las calles eran suyas. ¡Están hasta el copete de banderitas, de planes secretos y de conspiraciones diabólicas!

¿Y saben por qué? Porque la buena gente no está obsesionada con ver «traidores» por todos lados, no. El conjunto de la sociedad española, y también de la catalana, está sobrecogida por el vil asesinato de dos niñas a manos de su padre para provocar «un dolor infinito» a su madre. Está consternada por el homicidio de una chica de 17 años por su expareja a la que de forma especialmente repugnante asesinó cuando, al mismo tiempo, denunciaba su desaparición mientras se deshacía del cadáver.

Esto es lo que genera repulsión, autentica repulsa, en el conjunto de la sociedad. Una sociedad que asiste incrédula a la negación de esta violencia machista que asesina mujeres por parte de Vox, partido con el que el PP ha pactado y pacta exactamente en todas los instituciones donde ha tenido o tiene oportunidad de hacerlo. ¿O acaso lo que digo no es cierto, señor Casado?

No, ya basta. Nos merecemos como sociedad un futuro de concordia y libertad, en el marco de la Constitución y el respeto al estado de derecho, y por eso la determinación dialogante del presidente Pedro Sánchez será valorada por la gran mayoría de nuestros conciudadanos como lo que realmente es: una decisión valiente que pretende conseguir que nuestros hijos e hijas no se peleen nunca más, ni el 2017 ni nunca, por el número de franjas del color de la bandera.

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