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Tribuna

Se acabó el buen rollo independentista

Exsenador i exdiputat

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No hace tanto tiempo que el espacio independentista, tanto político como social, era un ejemplo de unidad. El «todos a una» se transformó en el timón que tenía que llevarnos a la tierra prometida, a la Catalunya republicana e independiente. No obstante, la revolución de las sonrisas se ha ido agriando y transformándose en la revolución de las lágrimas y de las decepciones. La experiencia del procés català se puede resumir con la adaptación, sui generis, lo reconozco, del siguiente tradicional villancico catalán: «L’ú d’Octubre, fum, fum, fum...»

Las elecciones municipales del pasado 26 de mayo, así como el proceso de constitución de los ayuntamientos, consells comarcals y diputaciones, han servido para que los restos de la tan cacareada unidad indepe saltará por los aires. Los pactos de gobierno han transformado a los antiguos socios en rivales y han dado al PSC el papel de bisagra o, mejor, de pista de aterrizaje en la normalidad política para aquellos partidos que se habían echado al monte del unilateralismo.

A los herederos de la antigua Convergència, Junts, no les ha sentado nada bien que ERC se haya transformado en una formación de gobierno, quedando por delante de los posconvergentes en diferentes municipios. Toda esta batalla ha creado un grave clima de desconfianza entre Junts y ERC. Desconfianza que el PSC observa con una sonrisa en los labios, pensando en pescar en río revuelto y conseguir una abstención para un posible nuevo debate de investidura de Pedro Sánchez.

Han caído en saco roto las peticiones de la ANC, «ningún pacto con los que nos reprimen y nos humillan», ni las de, por ejemplo, Josep Costa, vicepresidente del Parlament, en las que, refiriéndose a ERC, explicaba que «si la unidad de acción es necesaria para hacer efectiva la independencia, es preciso entender que quien no quiere la unidad no tiene como prioridad la independencia».

Situación de desconfianza que se extiende a un gobierno que no gobierna. Para muestra, un botón. El ejecutivo de Torra sólo ha sido capaz de sacar una, y solo una, ley en 14 meses. Estamos ante un gobierno que no presta la atención que se precisa en la sanidad, la enseñanza, las infraestructuras, las políticas sociales, la inseguridad ciudadana... En resumidas cuentas, los problemas reales que sufren los catalanes. Y a esta situación hay que añadir el agravante que llevamos más de 100 días con un gobierno central en funciones.

De poco han servido las manifestaciones de la ANC ante las sedes de ERC y Junts pidiendo unidad. Los que si se han desmarcado del partidismo político, de sus luchas internas, han sido los CDR, que no han dudado en llevar sus protestas con pintadas a las sedes soberanistas de ERC y JxC y que no han descartado medidas más radicales, apartadas de lo que ellos denominan el buenismo separatista.

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