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Menos proceso y más progreso

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Desde hace diez años, Cataluña se encuentra inmersa, por causa del independentismo, en el bucle político de la autodeterminación, de difícil salida. El tema empieza a ser cansino: solo hay que ver la transformación en las caras de aquellos participantes en la revolució dels somriures, que hoy expresan un drama de frustración en sus rostros. La frustración surge no solo por ver cómo se ha evaporado el futuro idílico prometido de una Cataluña independiente, resultado de un referéndum, sino que además el minucioso plan B, la alternativa para salir airosos del bache, ni se puso en práctica en su día, ni se espera, ni tampoco a fecha de hoy se conoce su contenido. En resumen, lo más seguro es que nunca existió y todo fue un engaño.

Mientras el gobierno de Cataluña continúa anclado en lo que pudo haber sido y no fue, el territorio va perdiendo tejido productivo o, cuando no, alejando futuras inversiones. La obstinación independentista no les deja ver que el progreso económico de un país recae, principalmente, en la creación de riqueza, y para conseguirlo es necesario seguridad jurídica y política, ingredientes que tan solo pueden brindar los gobernantes para poder competir en un mundo globalizado, donde las inversiones saltan de un punto a otro del planeta en medio segundo. Quizás ya es hora de que, viendo como algunas empresas desaparecen y otras no vienen, se piense menos en el procés, para centrarse más en el progrés de Cataluña, donde en un pasado hemos sido líderes y ejemplo.

Un ejemplo de lo anteriormente comentado es Nissan. El pasado 16 de diciembre de 2021 dejó de fabricar su último vehículo en Cataluña, cerrando definitivamente las instalaciones de la Zona Franca, Montcada i Reixac y Sant Andreu de la Barca. De los 2.500 trabajadores afectados por el cierre, descontando jubilaciones anticipadas y despidos indemnizados, 1.400 trabajadores se han quedado en la calle. Un drama al que hay que añadir el daño que han podido sufrir los 13.000 puestos de trabajo indirectos que estaban relacionados con la empresa. Ni el gobierno de España ni el de Catalunya han podido garantizar el futuro del empleo y de las instalaciones.

Tan solo se conoce la actuación del visionario diputado de ERC a Cortes Españolas, Gabriel Rufián, pidiendo como medida coercitiva, para evitar el cierre, nacionalizar Nissan. No tardó mucho tiempo, otro socio del gobierno de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, a recoger la iniciativa, manifestando que «las nacionalizaciones son perfectamente compatibles con la Constitución». Puede que en la venezolana. Aún así, lo único que se podría nacionalizar en España serían los terrenos donde se ubica la industria, no la empresa en si misma.

Otro ejemplo de estas pérdidas de oportunidades lo podemos encontrar en el debate sobre la futura localización de la fábrica de baterías del grupo automovilístico Volkswagen Seat. Este equipamiento vendría acompañado de 500.000 vehículos eléctricos en su fábrica de Martorell, una inversión que cuenta con una suculenta ayuda de fondos europeos.

El gobierno de la Generalitat de Catalunya ha ofrecido dos localizaciones para instalar la fabricación de baterías para coches eléctricos. Una de ellas en una gran extensión de terrenos públicos, alrededor de Lleida. La otra en Tarragona. Ambas opciones cerca de la planta de Martorell.

La demarcación de Tarragona cuenta con un lugar privilegiado para la instalación de la fábrica de baterías. Hablo del Baix Penedés, donde hay suelo industrial suficiente; buena red de comunicaciones, tanto en lo que hace referencia al arco del mediterráneo, como hacia el interior de la península, de esta forma lo justifican sus autopistas AP-7, AP-2, C-32 y N-340; dos puertos próximos, de interés internacional en el transporte de mercancías, como es Barcelona o Tarragona; y centros vinculados al mundo de automóvil, como es el centro de ingeniería la Idiada, que ha apostado por el vehículo eléctrico.

A pesar de todas estas fortalezas, la realidad es que, a fecha de hoy, es Extremadura quien más cerca está de albergar la fábrica de baterías, teniendo en cuenta la importancia que para la multinacional tiene la opinión del presidente del Gobierno de España, más partidario de la España despoblada y del clientelismo partidista que le ofrece Extremadura.

Pero, aparte del interés del gobierno de España por Extremadura, ¿qué esfuerzos ha hecho el gobierno de la Generalitat, para que el sitio elegido sea Cataluña? Poco conocemos al respecto, salvo no salir en la fotografía en la visita del jefe del Estado Español, Felipe VI, a la factoría de Martorell de Volkswagen, quedándose fuera de la imagen de un proyecto regado con millonarios fondos europeos. Aunque estoy convencido que el president Pere Aragonés pocas cosas quiere copiar del president Pujol, no me cabe ninguna duda que Pujol hubiera sido capaz de pedir prestado el Falcón a Pedro Sánchez para ir a Alemania y asegurar para Catalunya la fábrica de baterías para coches eléctricos, una oportunidad de riqueza para todos, de progreso para todos.

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