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Tribuna

'I el pobre poble què? Eh, eh, eh'

Exsenador i diputat

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Con el lema «som el 52 %», los independistas celebran la victoria del movimiento separatista, conseguido en las pasadas elecciones autonómicas del 14 F, el dato es cierto, como también lo es, la histórica abstención que ha marcado los comicios electorales, casi la mitad de los catalanes con derecho a voto apostaron por no participar y de una forma indirecta tampoco en la elección del próximo presidente de la Generalitat, no cabe duda, estamos ante un fracaso democrático, debería analizarse con toda objetividad, ya sea simplemente por higiene democrática, no sirve como excusa la gestión sanitaria de la pandemia, ya que quien no quiso ejercer su derecho a voto a pie de urna, lo pudo hacer por correo, sin tener que moverse de su propio domicilio. Por todo lo antes mencionado, queda en evidencia ese triunfalismo republicano de la victoria independentista, cuando la abstención se ha detectado en feudos constitucionalistas y la participación en nichos de poblacionales separatistas.

El resultado de las elecciones autonómicas, ha abierto un proceso de desilusiones políticas, en el bloque constitucionalista, con el PSC que ganando unas elecciones, ha pasado al anonimato político, hecho este, que ha urgido a Salvador Illa, plagiar el gobierno en la sombra de Pascual Maragall. Tampoco se escapa un PPC que después de su resultado electoral, tendrá que centrarse en una acción territorial, saliendo de su cuartel general, para picar piedra en el territorio y cuando no, evangelizar como si de tierra de misiones se tratase, en lo que respeta a su acción política, esta formación cuenta con una gran valía, tanto en lo personal como en lo político, me refiero a Alejandro Fernández, pero debe de desprenderse del paternalismo de la villa y corte de Madrid, para construir un partido, que formando parte de un proyecto común español, también forme parte del paisaje de Cataluña, teniendo en cuenta que, el descalabro electoral de Cs, puede ayudar en este quehacer de recuperación electoral. Mientras tanto, Vox se dedica a hacer política populista, idealizada en fortalecer la recuperación de la soberanía nacional. En resumidas cuentas, la unión del constitucionalismo, es una voluntad que no llega a traspasar los intereses partidistas.

En el otro bloque, el independentista, por mucho que celebre «som el 52 %», tampoco se libra de la desilusión, división y falta de acuerdo, sus mayores protagonistas, ERC y JxC, lucharon para conseguir, cual de las dos formaciones conseguía más votos, para así poder exigir la presidencia de la Generalitat, en esa lucha electoral no faltaron las conspiraciones y traiciones, que ya venían arrastrando desde el gobierno de la Generalitat, al final se impone electoralmente ERC, no dudando en llegar a un acuerdo de gobierno con la CUP, por aquello de ocupar el espacio de la izquierda, hecho que activa las alarmas de Waterloo, poniéndose en marcha su inquilino, no vaya a ser que pierda el protagonismo o poder de decisión en la gobernanza de Cataluña, de ahí las dos negaciones a Pere Aragonès, como presidente de la Generalitat en la sesión de investidura, en camino se presenta la tercera y última oportunidad, puede acabar en que JxC haga presidente a Aragonès sin formar parte del gobierno, lo que ocasionaría una ingobernabilidad o bien, llegar a un acuerdo con JxC, para que otorgue una oficialidad a la organización privada del Consejo de la República, con ello, calmaría las ambiciones de Puigdemont en seguir influyendo en la política catalana, aunque siempre queda la opción de unas nuevas elecciones. La unión de todas las fuerzas políticas independentistas, nada tienen que envidiar a la hipotética unión constitucionalista. Mientras tanto Cataluña, me recuerda aquella canción de La Trinca que venia a decir: «… i el pobre poble què? eh, eh, eh, eh…»

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