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Opción colaborativa para poder ser padres

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La «gestación subrogada» o por sustitución (mal llamada «vientres de alquiler») es una forma alternativa de acceder a la paternidad/maternidad en el marco de las técnicas de reproducción humana asistida, que está reconocida tanto por la OMS como por nuestro propio ordenamiento jurídico, aunque por éste no sea permitida. Se trata de una práctica cada vez más frecuente que tiene su origen en la realidad que viven muchas parejas que desean ser padres, que es no poder engendrar sus propios hijos.

Pero cuando parece que estamos avanzando hacia un mundo que reclama mayor libertad individual, donde el ser humano pueda decidir sobre las cuestiones esenciales de su vida, sin que ello, lógicamente, perjudique o afecte negativamente la vida de los demás, aparecen en escena grupos y colectivos que se ocupan de difundir la falsa idea de que existe una gran preocupación social acerca de la «gestación subrogada», cuando en realidad es hoy uno de los grandes paradigmas de la libertad y el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.

Curiosamente son grupos que estando en las antípodas de sus tesis, coinciden en este caso en la síntesis de sus respectivas prisiones ideológicas, que es poner dudas entorno la gestación subrogada, subestimando que esta técnica supone la última opción y única alternativa de muchas mujeres y hombres para llegar a ser madres y padres, sea cual sea su modelo de familia. No solamente pretenden impedir ese legítimo deseo privándoles del sentimiento de mayor felicidad para ellos, sino que se les discrimina coartando su derecho a la procreación (mediante la colaboración de una madre sustituta), reconocido como derecho fundamental del ser humano por la ONU.

Y para ello acuden a sus eternos sermones doctrinarios y morales (que no razonamientos) con los tópicos mensajes de que la gestación subrogada va contra la ética social y la moral pública (unos), o contra los principios de igualdad, integridad y dignidad de la mujer (otros), llegando a extremos de equipararla con la explotación de su cuerpo, con el único propósito de intoxicar a la opinión pública contagiándola de sus alergias.

Cuando lo cierto es que la gestación subrogada es una realidad consecuencia y solución a la vez, de otra realidad muy natural y humana como es el deseo de formar una familia con hijos, pasando por el sufrimiento de no poder concebirlos por motivos genéticos, biológicos, o por problemas de salud o de fertilidad. ¿No sería pues mejor considerarla como un «avance» para reforzar la igualdad y la libertad del individuo y/o pareja, justificada por la felicidad que proporciona a quien opta por ella y que nadie tiene derecho a limitar? ¿Acaso la gestación por sustitución es una práctica que vulnera o afecta a los derechos de los demás, a no ser, en última instancia, los de la madre gestante, que siempre puede resolverlo por un acto altruista o por la vía de un contrato que regule sus garantías?

Creo que algunos/as que se levantan como custodios de los intereses y derechos de la mujer, adoptan una actitud celosa y paternalista, imponiendo límites arbitrarios a la autonomía y al derecho de la mujer a decidir y actuar libremente. Lamentablemente así se pone peligrosamente en duda la inteligencia de aquella mujer que toma la decisión de gestar por otra de forma consciente, responsable y sabiendo además los compromisos que asume, incluso los que puedan afectar a sus derechos.

¿Qué decir entonces de aquella mujer que decide ceder su propia capacidad de gestar para que otras personas puedan ser padres y/o madres? Pues, en primer lugar, destacar su generosidad, su complicidad y su ejemplar humanidad. En segundo lugar, que es el ejemplo manifiesto del ejercicio de los derechos de soberanía absoluta sobre el propio cuerpo, y por lo tanto del derecho de cada mujer a poder optar o decidir libremente si quiere utilizar su útero para gestar el hijo de otra, sea de forma altruista o por interés económico, ambos totalmente legítimos. En este sentido no existe poderosa razón para oponerse a que una mujer pueda percibir una contraprestación o retribución económica por gestar y concebir un hijo de otra a la cual le es imposible. ¿Es que la mujer que decide poner su capacidad de gestar a disposición de otra no invierte tiempo, esfuerzo, cuidados durante el embarazo, además de los gastos clínicos, permisos laborales, y la renuncia final a un derecho?

¿Está alguien autorizado a calificar frívolamente de «vasija» u «horno» el útero de una mujer que decide poner a disposición de otra su capacidad de gestar, de sentir y de vivir esta experiencia como algo útil, con el objetivo de dar vida a un pequeño, deseado y querido ser humano? ¿Por qué prohibir o conculcar la libertad de una mujer que decide gestar una criatura bajo el acuerdo con otra que va a criarla, atenderla y educarla? En todo caso no merece ser humillada y despreciada por principios y actitudes llenas de complejos y de prejuicios.

Si reflexionamos sobre estas cuestiones veremos que la finalidad no es otra que alcanzar un mundo mejor para todos, donde nadie limite la libertad del otro (porque es injusto e intolerable); a sabiendas de un sistema imperfecto y mejorable en muchos aspectos, que de la misma forma que nos hace sujetos de derechos, también nos hace objetos con valor de uso y cambio en el terreno productivo y laboral.

Algunos de los colectivos que se manifiestan tan arrebatadamente en contra de la gestación subrogada, pero tan a favor de la libertad sexual, la interrupción voluntaria del embarazo o la adopción por parte de parejas homosexuales, califican peyorativamente de «mercantilista» esta técnica de reproducción asistida (amparada en la libertad reproductiva), olvidando que del mismo modo se retribuyen y gratifican las donaciones de gametos masculinos y femeninos para beneficio de otros, o los servicios que ofrecen los muchos centros de reproducción asistida por la generación, selección y transferencia de embriones in vitro, con criterios estrictamente funcionales y prácticos, y al final económicos.

Quien acusa a la «gestación subrogada» de «mercadeo y explotación del cuerpo de la mujer», debiera de empezar por cuestionar y denunciar aquellos espectáculos con fines lucrativos donde se exhiben explícitamente cuerpos de hombres y mujeres, o aquellos anuncios publicitarios donde se usa la feminidad con claros fines comerciales mediante mensajes subliminales. Por último puedo asegurar (porque lo he vivido personalmente), que la gestación subrogada en algunos países donde se retribuye económicamente a la madre gestante, claro que incide en la mejora de las condiciones de vida de sus familias; porque destinan la compensación recibida a ajustar la economía doméstica, a satisfacer algunas necesidades y/o acceder a derechos básicos como la vivienda o la formación. Y nada tiene que ver con que los países tengan mayor o menor PIB per cápita o desarrollo económico, porque en países de los llamados ricos, a los que se suponen altos niveles de calidad de vida y de bienestar, en absoluto se garantiza una suficiente cobertura de derechos, servicios y prestaciones sociales.

Es absurdo pues justificar la limitación de la libertad de una mujer a gestar para otra, con el argumento de que se la «explota y abusa» aprovechando sus necesidades o precariedades; porque en EEUU, donde más se practica la «gestación subrogada», y considerado país rico, muchas mujeres de clase media y acomodadas se prestan a gestar por otras, y además no por ello renuncian a alguna contraprestación.

Por lo tanto, la gestación subrogada nada tiene que ver con la riqueza o la pobreza de un país, una clase social o un colectivo. Muchas mujeres ponen a disposición su capacidad reproductora (regulada por sus derechos y libertades) como otras ponen a disposición su fuerza de trabajo (regulada por el derecho y el mercado laboral).

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