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El consumo de cocaína fue la causa del accidente donde murieron dos jóvenes en l'N-340 en Amposta

El juicio queda visto por sentencia después de que el acusado defienda que no consumió droga y niegue en que tuvo una actitud irrespetuosa o despreocupada

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El juicio contra el conductor que provocó el accidente donde murieron dos jóvenes en l'N-340, ha quedado visto por sentencia este martes después repasar las últimos pruebas periciales y de la declaración del acusado. Manuel Vicente Pérez ha insistido en qué no había tomado droga, a pesar del positivo en cocaína que dio. Pérez también ha querido negar que tuviera una actitud irrespetuosa o despreocupada después del accidente y ha remarcado que llamó enseguida al 112, pidió ayuda policial y colaboró en todo aquello que estaba a su alcance. Las acusaciones dan por probado el consumo de cocaína y han rehusado el argumento que una rueda de la furgoneta se reventara antes del choque frontal. Una de las abogadas ha pedido a la jueza que tenga en cuenta el agravante de conducción temeraria y que a la pena máxima de 4 años por homicidio por imprudencia, añada un año más por dolo eventual. La defensa del acusado pide la absolución.

La segunda jornada del juicio se ha dividido en tres parte. Por una parte, los médicos forenses han ratificado que a pesar de no se hizo ninguna prueba en sangre, el hecho de dar positivo en saliva certifica la presencia de la droga en sangre así como el consumo habría sido inmediato, de un máximo de 5 horas, y muy probablemente entre 2 y 3 horas. En cambio, la cantidad de cocaína consumida no se ha podido determinar. Los médicos forenses trabajan con un valor de corte de 10 nannograms que sirve para diferenciar el negativo del positivo en la prueba pero no se puede establecer, como pasa con el alcohol, si el consumo ha sido elevado o ínfimo con este barómetro.

Sin embargo, las acusaciones sí que han señalado que la tasa de cocaína encontrada en saliva al acusado fue de 293 nannograms, muy por encima de los 10 nannograms del corte, y también que hubiera intentado posponer que los Mossos d'Esquadra le practicaran la prueba, como han testificado los agentes.

La defensa de Pérez, ha querido relacionar el positivo de la prueba de drogas con dos extracciones odontológicas que se le practicaron al acusado dos días antes del accidente. A pesar del letrado del conductor ha señalado la lidocaína –uno de los componentes de la anestesia local-, como una sustancia que puede dar positivo en las pruebas de toxicología, el testimonio del dentista no ha certificado que la anestesia local que utilizan en sus intervenciones pueda tener un efecto prolongado en el tiempo, ni ha querido hacer una comparativa de similitudes de esta sustancia con la cocaína.

Otro de los peritos del laboratorio toxicológico ha descartado que se puedan dar falsos positivos en las pruebas salivales y ha asegurado que otra de las sustancias detectadas determina que la presencia de drogas se dio por consumo y no por contaminación.

La defensa del acusado ha pedido la impugnación de la cadena de custodia de la prueba porque no fue introducida en las actuaciones. También se ha argumentado que las diversas patologías cardiacas y respiratorias que sufre Pérez hacen poco recomendable la ingesta de cocaína así como que en la revisión médica que se le practicó después de su detención, no se detectaron síntomas propios del consumo de droga – su ritmo cardiaco era bajo, no presentaba las pupilas dilatadas y tenía un estado de ánimo relativamente tranquilo.

El abogado de Manuel Pérez ha intentado rebatir que el consumo de cocaína haya sido la causa por la cual perdió el control de la furgoneta que conducía e invadió el sentido contrario, chocante frontalmente contra la moto donde viajaban las dos víctimas. Una intensa discusión de los peritos policiales y de las partes ha ocupado buena parte de la segunda jornada del juicio. El perito de la defensa ha querido demostrar que una de las ruedas habría reventado justo antes del accidente y que habría sido la causa de la desviación del vehículo pero los otros dos peritos lo han rebatido por falta de marcas en el asfalto, por la trayectoria y para no haber ningún indicio de maniobra evasiva de la furgoneta para controlar el vehículo y evitar el choque.

El acusado defiende su comportamiento

Manuel Vicente Pérez ha dado, respondiendo sólo a preguntas de su abogado, a su testigo|testimonio de los hechos. El acusado ha explicado sus enfermedades cardiovasculares y de insuficiencia respiratoria y ha asegurado que no es consumidor de cocaína ni de alcohol. Pérez ha relatado que volvía hacia Barcelona después de dar el pago a cuenta para comprar un camión para su empresa, cuando escuchó uno «fuerte explosión» por acto seguido chocar con la moto en que viajaba la pareja que perdió la vida.

Los abogados de la acusación han criticado que Pérez haya incluido por primera vez y de manera inesperada este relato de la explosión, que sería coincidente con el argumentario pericial de la rueda reventada antes del choque y no después como mantienen los otros peritos.

El acusado también querido desmentir que tuviera una actitud despreocupada e irrespetuosa con las víctimas. Ha relatado que él mismo, y enseguida, llamó al 112 y que paró a dos patrullas de la Guardia Civil y los Mossos d'Esquadra que pasaban por la N-340 en aquellos momentos, para pedir asistencia. Según el conductor, en ningún momento se negó a hacer la prueba de alcoholemia, que dio negativo, ni tampoco más tarde la de drogas. Pérez ha explicado que pasó más de una hora desde que le practicaron la prueba toxicológica los atestados de los Mossos hasta que lo fueron a detener cuando ya estaba a punto de volver hacia casa en un taxi que le había facilitado la compañía aseguradora.

El hombre ha testificado que los Mossos que lo acompañaron al centro médico donde fue atendido una vez detenido, le habrían dicho «que no había» que hacer una prueba de droga en sangre pero los agentes que han testificado en el juicio apuntaron que él mismo lo habría declinado y que así consta en el documento firmado de rechazo.

Pérez ha negado que se mostrara irrespetuoso y ha querido destacar que se habría preocupado por pedir celeridad en la asistencia médica que se estaba haciendo a una de las víctimas. «Hice todo aquello que podía», ha insistido ante la jueza.

Peticiones de pena máxima

La defensa de Pérez pide su absolución, la fiscalía y dos de los acusaciones le piden al acusado 4 años de prisión por dos homicidios imprudentes graves, que es la pena máxima contemplada en el código penal, pero la abogada de la familia de la chica muerta, Leire Pina, ha preguntado a la jueza que incluya cómo agravante lo dolo eventual de conducción temeraria, por el hecho de que circulaba después de haber consumido drogas y siendo consciente que los efectos de la cocaína afectaban en su capacidad de conducción, poniendo poner en peligro a otras personas. Por este motivo la tercera acusación pide para Pérez, 5 años de prisión.

Pina ha apunta que «la conducta, el comportamiento y los hechos son merecedores de esta cuantificación de conducción temeraria» porque tenía una conciencia del peligro al saber que suponía conducir debajo los efecto de estas sustancias. «El comportamiento posterior de romper la medida cautelar de no conducir, unido a la falta de empatía y un comportamiento de menosprecio hacia las víctimas, tiene que ser castigado», ha defendido a la letrada. Pina ha apuntado que aunque «la horquilla penal» de condena que se puede pedir para estos casos es pequeño, hace falta que se castigue con «la pena máxima» mientras no se cambia el código penal, como intenta «el movimiento de masas de la ciudadanía».

Los amigos y familiares presionando

De hecho, los dos días que ha durado el juicio más de un centenar de jóvenes amigos de las víctimas y familiares han estado en las puertas de los juzgado de lo penal de Tortosa clamando justicia para la pareja. La llegada del acusado en furgón policial, desde la prisión de Mas Enric, donde cumple prisión preventiva, han provocado los dos días momentos de fuerte tensión entre las jóvenes concentrados que lo han recibido y despedido con gritos de «drogadicto» y «asesino».

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