Mucha gente se paraba a contemplar los productos tradicionales, pero pocos se atrevían a comprarlos.
Gerard MartíActualizada 28/11/2022 a las 18:18
«Bones Festes», sobrevuela la Font del Centenari. El mensaje no deja espacio para equívocos. Leños, belenes, papas Noeles, abetos, pingüinos y osos polares han invadido la Rambla Nova y, ayer, un músico daba la bienvenida a los visitantes de la Feria de Navidad con una atípica balada de rock. Tradición y modernidad chocaban y convivían a partes iguales. Una dualidad que también residía en los corazones de los ciudadanos.
El conte de Nadal inspiró el encendido de luces del viernes, pero su alma persistió brillando eternamente. La obra de Charles Dickens explica como Ebenezer Scrooge, un hombre misántropo y avaro que detesta Navidad, acaba convirtiéndose en la personificación de las festividades. En la Rambla Nova, Scrooge todavía está bien presente, tanto en su versión final como con la de sus orígenes. Esta vez, sin embargo, no es por tacañería, sino por necesidad: la inflación también le ha afectado.
La propietaria de Artesania Viu, Mercè Moreno, se ha encontrado con muchos Scrooges tempranos. «La gente mira mucho los precios. Es más cauta y más previsora a la hora de comprar», detalla. Hace más de 40 años que Moreno se dedica a la elaboración de belenes y otros artículos decorativos y, aparte del incremento de precios, también se ha tenido que enfrentar con la aparición de nuevas tecnologías e innovadores métodos de compra. El día de ayer estaba siendo «bastante flojito», lamentaba. Lejos de hundirse, ver las calles llenas de familias con el rostro iluminado por el espíritu navideño, compraran o no sus productos, le animaba a continuar de pie. Ella quería mantener viva la tradición. Por eso se dedica a ello.
Minutos tuvo que esperar hasta que Montse Magrané y Lluís Royo aparecieron. Resplandecían con luz propia. Eran Ebenezer Scrooge en la versión más refinada. Venidos desde Berga, adquirieron dos soldaditos romanos de barro para decorar su belén. «Nos llevaremos un poco de Tarraco a casa», comentaba Royo, con una perenne sonrisa en los labios.
Nada podía enmascarar su felicidad. «La feria me parece muy bonita, le da mucha vida a la calle. Las paradas están muy bien diseñadas y generan este ambiente festivo. Los soldaditos serán un recuerdo de este día precioso y de esta Navidad», concluía Magrané. Faltaba la guinda final. Con los soldaditos en la retaguardia, adquirieron un ramo de muérdago de la suerte. Lo querían regalar a alguien que se encontraran por la calle. Querían transmitir su dicha y que se quedara en Tarragona.
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