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Ayuda humanitaria

«Poder estar con otros ucranianos nos ayuda a tranquilizarnos»

El Seminari de Tarragona acoge a 15 refugiados, once mujeres y cuatro adolescentes, asistidos por las voluntarias de SOS Ucrania

Les refugiades al Seminari fan classes d'espanyol dues vegades a la setmana.

«Poder estar con otros ucranianos nos ayuda a tranquilizarnos»Gerard Martí

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La profesora de castellano se sitúa en el centro del aula y sus alumnas ucranianas se sientan alrededor, con una libreta y un bolígrafo preparados para tomar nota. Las clases les ayudan a integrarse en un país que no es el suyo, a conocer una lengua que no es la suya porque la guerra les ha obligado a marcharse con sus hijos.

Once mujeres y cuatro adolescentes conviven en una planta del Seminari de Tarragona, un espacio cedido por el Arzobispado, de la misma manera que la Casa d'Exercicis Cardenal Arce de la Selva del Camp, donde hay un total de 57 refugiados. La entidad SOS Ucrania, creada a partir de la fusión de Coopera ONG y Acción Familiar, les ayuda a gestionar la documentación necesaria, a encontrar trabajo, con la comida y otros temas del día a día que les permitan seguir adelante. «Nosotros les traemos la comida y ellas lo cocinan», explica una de las voluntarias responsables de SOS Ucrania enlos dos espacios de Tarragona, Ana Ardanuy. Carlota Olesti y Yolanda Pellisa completan el equipo. La zona habilitada para los refugiados en el Seminari tiene habitaciones individuales y dobles con lavabo, comedor, sala de estar y cocina, entre otros.

También hay una mesa de ping-pong que encontraron dos de los adolescentes, los cuales juegan un rato después de volver de las clases en el Colegio Sant Pau Apòstol, donde les han acogido para enseñarles la lengua, socializarse y seguir sus estudios. Paralelamente, están también siguiendo las clases de su instituto en Ucrania en línea.

Los ucranianos refugiados se informan a través de Telegramde la evolución del conflicto en su país y se comunican con sus familias, sobre todo con sus maridos, que han tenido que quedarse en Ucrania, o incluso con los hijos de más de dieciséis años. Gracias a las videoconferencias mantienen el contacto. «También nos hemos encontrado con varios refugiados enfermos que han tenido que interrumpir su tratamiento, así que les hemos dado la asistencia necesaria para que lo puedan seguir», apunta Ardanuy.

Ardanuy agradece la colaboración voluntaria de diferentes entidades, empresas y particulares, en especial al Arzobispado, por la ayuda a los refugiados: «Si tuviera que nombrar a todo el mundo, me dejaría a alguien». Explica que ofrecen servicios o dan material y comida. «Nos lo llevan sin pedir nada a cambio», expresa.

Otra de las preocupaciones es la búsqueda de trabajo. «Quieren trabajar, pero muchas no saben español, y eso hace que sea más difícil», comenta la voluntaria de SOS Ucrania. Entre las refugiadas en el Seminari, hay algunas con estudios universitarios en abogacía, economía y otros. Por su parte, PortAventura ha ayudado con la contratación de varias ucranianas.

Lejos de casa

Mariúpol, Kíiv, Jarkov... Los refugiados ucranianos del Seminari son de diferentes ciudades de procedencia. La expedición humanitaria hacia Ucrania se dividió en dos tandas. Después de cruzar Europa por carretera, llegaron a Tarragona, y ya «se mueven bien por la ciudad», señala Ardanuy, quien formó parte de la expedición.

Entre las 15 personas que viven en el Seminari, hay una ucraniana que sabe bastante español, Iryna Shubina, quien hace unos tres años empezó a estudiar la lengua en su ciudad, Jarkov. «Me gusta aprender idiomas, me sirve para entrenar la memoria», señala. Shubina expresa su preocupación y su miedo por la guerra, y la dificultad devivir en esta situación. «Poder estar con otros ucranianos, muy juntos, nos ayuda a tranquilizarnos y que no sea tan difícil el día a día», manifiesta Shubina, quien agradece en nombre de todas las familias presentes la ayuda desinteresada que están recibiendo.

Durante el día pasean, cocinan, conocen la ciudad y aprenden español, entre otras actividades. «Tarragona es una ciudad muy bonita y agradable, con mucha historia», manifiesta. Shubina también explica que un día los llevaron a Siurana: «El cambio de lugar, en un entorno más ligero, también nos ayudó a suavizar los pensamientos duros».

Las clases de español también les ayuda a desconectar. «Hacemos dos a la semana, lunes y miércoles», expone Ester Barberán, profesora inactiva y voluntaria en el Seminari. Barberán les enseña los saludos, los números, el alfabeto, vocabulario clásico (como partes del cuerpo o los transportes), los verbos ser y estar o los colores, con la ayuda de una caja de Plastidecor, por ejemplo. «También nos gustaría que aprendieran a conjugar los verbos», comenta Barberán. «Además, tenemos un grupo de WhatsApp por donde comparto material interactivo y diferentes recursos de mejora de la pronunciación», explicala profesora.

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