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Drogodependencia

Los migrantes sin techo que llegan a Tarragona acaban revictimizados por las drogas

El 30% de los adolescentes atendidos por el centro de drogodependencias son inmigrantes sin casa acompañados por educadores

Imatge de l'entrada del Centre d'Atenció i Seguiment de Drogodependències.

Los migrantes sin techo que llegan a Tarragona acaban revictimizados por las drogasACN

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Tres de cada diez adolescentes que reciben tratamiento en el Centro de Atención y Seguimiento de drogodependencias de Tarragona (CAS) son jóvenes migrantes sin techo que llegan acompañados por educadores municipales. A la traumática historia de la migración sin acompañamiento que sufren se le suma, pues, el de la adicción a ciertas sustancias, como el cannabis o las benzodiacepinas. Se trata de una «revictimización» de estos jóvenes, según la coordinadora del CAS, Blanca Carcolé, que se inician en el consumo porque en los primeros momentos de angustia, para controlarla, toman tranquilizantes bajo receta. A partir de aquí, «como no hay recursos específicos para este segmento de jóvenes, acaban en nuestras manos», decía Carcolé.

El CAStiene un programa específico de atención a adolescentes (menores de 18) con problemas asociados al consumo de sustancias psicoactivas que con la pandemia, a pesar de rebajar la actividad por las restricciones, atendió a 37 jóvenes, casi la mitad de los cuales con problemas con el cannabis. Los opiáceos se situaron en segunda posición y supusieron un problema para el 16% de los usuarios de este programa.

Lo que tenían en común la mayor parte de estos adolescentes y que es una problemática que todavía se da, es que como segunda droga todos ellos tienen el alcohol. «Es la droga secundaria predominante pero tienen asumido en su interior que no se trata de una sustancia tóxica y hacen un uso tendente al riesgo», explicaba Carcolé. «La adicción al cannabis es un tipo de adicción diaria, es decir, quien consume lo hace cada día, mientras que el alcoholismo es más de fin de semana y, por eso, no lo tienen asociado a un problema,» apuntó a Noemí Vivas, psicóloga del centro.

Por otra parte, hay que destacar que con respecto a los menores de 22 años atendidos por el CAS, el 54% provenía del Programa de Sanciones Administrativas. Es un programa dirigido a este segmento de población de consumidores de sustancias que se han visto sometidos a un proceso sancionador a nivel administrativo por consumo propio o tenencia y que se someten voluntariamente a un tratamiento corto, según está contemplado por ley. Es una manera, pues, de ahorrarse la multa.

Con respecto al 2019, estos casos se incrementaron en un 46%. «Algunos de estos hacen las sesiones básicas» comentaba Vivas, pero el perfil habitual es el de un joven que sigue la terapia hasta el final. Estas terapias no tienen una duración media establecida ya que dependen de cada caso, de si están asociados al consumo de otros estupefacientes o a otras problemáticas, también de salud mental. Las terapias «no sólo van dirigidas a la propia adicción, si no también a las consecuencias de esta en el joven y en su entorno», apuntaba a Vivas.

Algunos de estos jóvenes, la minoría, requieren en algún momento el ingreso hospitalario, pero «lo más frecuente se que salgan adelante sin llegar a este extremo» aseguraba Carcolé.

Primeras visitas

Los últimos datos del CASno prueban que la pandemia haya hecho aflorar más casos de drogodependencia pero sí muestran que el alcohol, con 164 casos, es el principal motivo entre los adultos para una primera visita al centro. La cocaína se sitúa en segunda posición seguida de cerca por la heroína, con un total de 130 y 114 inicios de tratamiento. Al contrario, respecto del año 2019, los tratamientos por alcoholismo disminuyeron un 27,7% y los de cocaína un 22,6%, teniendo en cuenta pero que las restricciones pudieron afectar al afloramiento de casos reales.

La mayor parte de los usuarios accedieron a los servicios del CASpor iniciativa propia, pero también se incrementaron los usuarios derivados por servicios legales como el mencionado de las sanciones y, también, el de las Medidas Penales Alternativas (MPA).

En este segmento, los datos varían mucho de los relativos a los jóvenes procedentes de sanciones, ya que la droga más consumida entre las personas que cumplen MPA es la derivada de los opiáceos, sobre todo heroína, en un 48% de los casos. En segundo lugar se sitúa el alcohol, con un 23% de los casos que han iniciado tratamiento por primera vez y después la cocaína, con un 18%.

Con respecto al perfil de los que inician el tratamiento, el 80% de los casos corresponde a hombres, con edades comprendidas entre los 31 y los 50 años.

La mayor parte de estos son parados que han trabajado antes pero seguidos de personas con contrato indefinido o en régimen de autónomos. Con respecto a los estudios, más del 50% tienen la secundaria acabada pero un 39% no tienen estudios, la mayor parte de los cuales son consumidores habituales de heroína. Los universitarios, por su parte, se acercan al centro por adicciones al alcohol o al tabaco.

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