Diari Més
Gerard Quintana

Autor de 'L'home que va viure dues vegades' (Columna ed.)

«De pequeño decía que quería ser astronauta, ser escritor era mi plan secreto»

Quintana ha ganado el Premi Ramon Llull con la historia de Salvador Saltamartí, un hombre que lo pierde todo y tiene que reconstruir su realidad

Gerard Quintana este lunes en Tarragona.

«De pequeño decía que quería ser astronauta, ser escritor era mi plan|plano secreto»Gerard Martí

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—La trama de este libro es una historia compleja, llena de dualidades, en las que se mezclan el mundo real y el de los sueños. ¿Cuál es la génesis de la historia, el desencadenante personal?

—He tardado treinta años y nueve meses en escribir este libro. Han sido nueve meses de escritura obsesiva, dieciséis horas al día. Pero como pasa con muchas ideas había unprecocinado. Hace unos treinta años, viví un momento muy especial con los Sopa. Yo era como Salvador, el protagonista de la novela: tímido, introvertido, incluso un poco queco, y los libros fueron mi refugio. De repente, en el 90, me encontré en el EstadiOlímpiccon Tina Turner y 60.000 personas de público. Miré atrás desde el escenario y me costó reconocerme. Esta sensación de alteridad, de qué todo no estaba escrito y que una vida puede contener muchas otras es una cosa que he ido persiguiendo con el tiempo. De hecho, hay muchas canciones que he escrito que casan perfectamente con este libro, comoEls teus somnis, Caic o, fins i tot, El far del sud, en que un chico entra en un cine y se enamora de una ficción. Así es como finalmente llego a esta novela, en la que puedo desplegar todo un bagaje y referencias en torno a esta idea, de si somos dueños de nuestro destino y podemos borrar esta línea que separa lo que nosotros decimos real de lo que no lo es.

—Salvador Martí pierde todo aquello que más estima y tiene que reformular su realidad. ¿Qué reflexión personal hay, detrás de este argumento?

—Estamos en un momento en que tenemos que reformular la realidad. Vivíamos en una realidad que ya era imperfecta y que nos llevaba a un destino que no era sostenible, y hemos parado el mundo porque han muerto dos millones de personas por la covid. Pero antes morían dos millones de personas de hambre cada día y no lo paramos. Para mí, eso es una muestra de cómo construimos la realidad. La construimos de forma simple, para hacer la vida más fácil y oír que podemos estar en el lado bueno. En el libro está muy presente el concepto de dualidad, el nosotros-ellos, el bien-mal, la belleza-fealdad... Yo juego a coger al protagonista y a hacerle romper la dualidad entre realidad y ficción. Mi esperanza es que quien lea este libro pueda mirar su normalidad y ponerla en duda. A veces me preguntan: «¿Al final, Salvador está vivo o está muerto? ¿Está despierto o soñando?». ¿Qué importa? Lo que quiero es juntar estas dualidades, mostrar que no pueden ir separadas: no puedes saber qué es la felicidad si no tienes conciencia de que es la desgracia.

—La poesía también es una gran protagonista de la historia. Aunque pueda parecer que poesia nos ata al mundo de los sueños, para Salvador es el máximo exponente de la realidad.

—Sí, el papel de la poesía me parecía profundamente interesante y atractivo. El poeta es su obra. Joan Margarit no construye personajes, hace de él mismo su obra, su mirada sin filtros que es, al mismo tiempo, la máxima expresión de la realidad. Está en esta tierra de nadie donde sitúo al personaje, jugando con el poeta como transformador, disidente, rebelde y también creador de la propia realidad a través del poema.

—El juego de espejos tan presente en la historia se podría aplicar también a Gerard Quintana, a quién todos enmarcamos en la dualidad músico-escritor. ¿Cree que con esta novela finalmente ha emergido el Gerard que había en el fondo del espejo?

—Cuando me dieron el Ramon Llull me escribió Joaquim Nadal y me dijo que ya era hora que empezaran a decir de mí que era escritor y cantante, porque era extraño escuchar decir que el cantante de Sopa de Cabra había ganado el Llull. Sí que me he sentido ubicado en un espacio donde a veces no te reconoces. De pequeño, cuando me preguntaban qué quería ser, yo decía «astronauta», porque decir escritor me parecía demasiado pretencioso. Pero en cierta forma, era mi plan secreto, yo empecé a hacer música porque escribía y me pidieron textos. Si no hubiera escrito, quizás no habría cantado nunca: lo que me llevó a la música fue la palabra. Ahora ya soy uno más y, dentro de un tiempo, quizás seré untercero, porque ahora me estoy preocupando con la fotografía.

—'L'home que va viure dues vegades' tendrá siempre la etiqueta de haber ganado el Llull. ¿Le satisface que sea precisamente esta novela, tan personal, la que haya ganado el premio?

—Sí, me satisface porque, con este libro, he dado un salto. Y era un salto sin saber dónde caería. He abandonado un patrón que me sirvió para empezar, la novela histórica, para hacer un acto de libertad, en cuanto a decidir de qué quería hablar y como quería hablar. Cuando me comunicaron el premio me quedé muy sorprendido, pensaba que era un libro que se salía demasiado por la tangente, pero esta fue una de las cosas que valoró el jurado. Habría podido escribir un libro como el primero (que lo quiero mucho, sin aquel no habría podido hacer este), pero ahora sé que con el tercero seré todavía más libre.

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