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Salud

La prisión deteriora la salud física y mental de los presos, según un estudio premiado por el CODITA

Los investigadores Fernando López y Jéssica Gallardo han sido los encargados de llevarlo a cabo

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La prisión deteriora la salud física y mental de los presos, según un estudio que ha recibido el primer premio al mejor Trabajo de finalización de Grado en la Jornada Premios Innovación e Investigación 2020 del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Tarragona (CODITA).

El trabajo analiza el impacto que la prisión tiene sobre la salud física, psíquica, emocional y social y responde a la falta de estudios sobre salud en el ámbito penitenciario, según informa CODITA.

Los investigadores Fernando López y Jéssica Gallardo dicen que la privación de libertad no tendría que privar otros derechos, como el de la salud.

Esta investigación premiada es cualitativa y de carácter exploratorio mediante entrevistas a cinco hombres y dos mujeres, de entre 31 y 58 años, recientemente liberados o en situación jurídica de privación de libertad en prisiones catalanas. A partir de la narrativa de las personas encarceladas, se concluye que la prisión deteriora todos los aspectos de la salud.

La prisión se caracteriza por su sobreocupación pero también se presenta como un entorno de pobreza sensitiva y de somatización de la ansiedad.

También se describe inexistencia de silencio, que instaura problemas de descanso, de sensibilidad, que incluso perduran en libertad; y la falta de espacio, y por lo tanto, con sedentarismo, lo que redunda en el deterioro de la capacidad de movimiento y la aparición de lesiones musculares y esqueléticas.

La prisión se dibuja como un contexto de amenaza constante para la persona, un ambiente de peligro y de relaciones de hostilidad, en los cuales la persona se ve forzada a mantener una apariencia de fortaleza.

Este estado de alerta permanente provoca tensiones emocionales o afectivas, pero también impacta negativamente a nivel gastrointestinal y en la calidad del sueño.

También existe un desasosiego por el estigma una vez en libertad, con preocupación por el futuro y por la pérdida de oportunidades, mezclado con la pérdida de vinculaciones y referencias externas, lo que genera ansiedad y miedo.

A partir del que este impacto traumático va más allá del confinamiento físico, los investigadores cuestionan el papel rehabilitador de las prisiones y ponen el foco en un mecanismo meramente punitivo.

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