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Economía

El comercio de la Parte Alta se resiente del cierre de bares y restaurantes

Los tenderos afirman que la sensación de seguridad ha aumentado en las últimas semanas entre los vecinos del barrio

Sònia y Ester Pérez, en el establecimiento de la calle Major especializada en el ámbito del deporte.

El comercio de la Parte Alta se resiente del cierre de bares y restaurantesGerard Martí

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El cierre de bares y restaurantes está afectando a otros establecimientos comerciales de la Parte Alta, un barrio que el último mes la ha vivido con la sensación que hay más seguridad en sus calles. El hecho de que los establecimientos dedicados a la restauración mantengan la persiana bajada a causa de la pandemia de la covid-19 es un factor añadido a la crisis que atraviesa el comercio de la zona que, en buena parte, vive de un turismo que este año ha desaparecido de la Parte Alta.

Sònia Pérez, de Esports Catedral, que «notamos que hay menos movimiento de personas por el cierre de los bares». «Después del confinamiento tuvimos dos meses donde las cosas fueron bien, pero desde septiembre la situación ha empeorado», comentó, para añadir que «tenemos clientes fijos, ya que llevamos casi abiertos cuarenta años».

Su hermana Ester apuntó que «últimamente estamos más tranquilos con respecto a seguridad, ya que hace tiempo, cosa de un mes, que no vemos los MENA». La gente «comenta este hecho, que la inseguridad parece que ha bajado».

Por su parte, Maribel López, quien despacha en un horno, explicó que «estamos tranquilos, seguramente porque se ha echado determinada gente que había en el barrio». «Los robos de carteras y móviles han bajado desde hace un mes, después de una temporada muy mala que hemos tenido». Un vecino que fue a comprar pan en este establecimiento de la calle Merceria, Francesc Gutiérrez, añadió que «ya toca estar tranquilos». El motivo del cambio es que «se han marchado los MENA», dijo. Gutiérrez recordó que «el verano pasado me robaron, me cogieron papeles que llevaba en la camisa». «Cogí un garrote que tengo en casa y cuando los que me robaron me vieron, tiraron los papeles al suelo y los recuperé», dijo. El vecino lamentó que «tal como les coge la policía, salen por otra puerta».

La vendedora dijo que la mejora en la seguridad es la mejor noticia en unos momentos negativos dominados por la pandemia. «Hemos perdido las fiestas que se hacen en el barrio, muchos clientes han dejado de venir porque están teletrabajando, el turismo no ha venido y también hemos perdido bares y restaurantes de los cuales somos proveedores», remarcó. «Durante el verano, con el colegio cerrado, decidimos no abrir las tardes», comentó. López indicó que «la gente quiere volver a la normalidad, pero dependemos de la pandemia», y agregó que «nosotros todavía tenemos suerte porque podemos abrir para vender productos de primera necesidad».

También en la calle Merceria, Jordi Rovira es el responsable de una tienda de moda. «Está todo trillado, en mi caso las ventas han bajado un 80 por ciento y el hecho de que los restaurantes estén cerrados hace que suba menos gente al barrio». «Cuando cierra el colegio por la tarde, las calles parecen como los de las películas del Oeste, porque no hay gente». Rovira lamentó el hecho de que «te cobran el cien por cien de los impuestos, no te rebajan nada para poder sobrevivir». «Nuestra suerte es que no tenemos que pagar nóminas», dijo.

Por lo que hace a la inseguridad, Rovira dijo que «ha aflojado porque había un grupo problemático de personas que ahora no está, que siempre se encontraban en la calle Ferrers.» «La presión policial y el hecho que unos ocupas se hayan marchado del barrio, se ha notado». «El desalojo de la casa de Ferrers ha sido determinante en la mejora de la seguridad», subrayó.

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