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Estado de alarma

«Estaba asustado, con un dolor de cabeza que parece que te tenga que explotar»

Dos testigos explican su experiencia cuando están a punto de superar el contagio por coronavirus y después de haber pasado la cuarentena en su domicilio

Albert Vilaseca durante su estancia de una noche en el hospital con problemas respiratorios.

«Estaba asustado, con un dolor de cabeza que parece que te tenga que explotar»Cedida

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«Me hacía daño todo. Las articulaciones, las rodillas y la garganta, parecía que tuviera anginas. Incluso me dolía el cabello». Es el testimonio de Erika Dayana, una auxiliar de enfermería de una clínica del Vendrell a quien le diagnosticaron el coronavirus el pasado viernes 20 de marzo. Fue una semana antes de conocer los resultados de la prueba cuando empezó a notar el cansancio. «Llegaba a casa cansada pero no le daba mucha importancia, eran días de mucho trabajo», explica Dayana, que añade que el domingo empezó a notar también dolor de cabeza pero no pensé que pudiera estar contagiada porque donde trabajo todavía no había habido ningún caso».

Fue el mismo lunes, día 16 de marzo, cuando Dayana notó que el dolor de cabeza era cada vez más intenso. «Entonces empecé a presentar más síntomas, me cocían los ojos y tenía febrícula, que fue subiendo hasta llegar a estar a 39 de fiebre,» relata Dayana. Con eso, sumado al dolor que sentía en todo el cuerpo, la vendrellenca decidió aislarse en su habitación. «Cuando salieron los resultados positivos el servicio de epidemiología contactó conmigo y me dieron los pasos para seguir un aislamiento todavía más estricto», explica Dayana, que reconoce que «es lo peor».

La joven vive con su hermana, que ha sido sana en todo momento, y durante la cuarentena, que también ha tenido que llevar a cabo, se han visto obligadas a mantener las distancias en todo momento. «Hablaba con mi hermana por videollamada», recuerda Dayana, que añade que le dejaba todo el que necesitaba en la puerta de la habitación, como la comida, y que tenían que desinfectar el lavabo cada vez que lo utilizaban porque era un espacio que tenían que compartir. «Con un espray diluido con lejía teníamos que limpiar todo lo que tocábamos, todo: pomos de puerta, de armarios, utensilios de cocina, etc. Y además lavar la ropa aparte», explica Dayana, que reconoce que «se hace complicado porque no tenemos este hábito y para evitar el contagio tenemos que evitar el cualquier contacto durante 14 días». Y añade que «todavía se hizo más pesado cuando me empecé a encontrar mejor, que queríamos charlar y hacer cosas, y sólo nos vemos cuándo salíamos a aplaudir cada noche a las 20 h., a cada una desde un balcón diferente.»

La auxiliar de enfermería, que reconoce que a nivel patológico los peores días fueron los primeros, con un dolor de cabeza muy fuerte principalmente, explica que el miércoles le vuelven a hacer la prueba y el jueves tendrá los nuevos resultados. «Si doy negativo y en las próximas 48 horas no presento ningún síntoma me darán el alta y podré volver al trabajo», celebra Dayana, que añade que su hermana no ha presentado síntomas en ningún momento y reconoce que tiene ganas que acabe la cuarentena.

Otro contagiado que poco a poco se va acabando de recuperar es Albert Vilaseca. Tiene 55 años y tuvo que pasar un día al hospital. Vilaseca explica que el 13 de marzo empezó a sentir malestar general y tuvo las primeras décimas de fiebre. «Intentamos contactar con el 061 pero las líneas estaban colapsadas», explica el hombre, que vive en Creixell. Asegura que, a pesar de ser un contagio leve, ha pasado unos días bastante duros. «Los primeros días el malestar no fue excesivo, pero el lunes 16 llegué a 38 de fiebre», explica Vilaseca, nada más el día que tomaron nota de los síntomas desde el CAP de Torredembarra.

Finalmente, unos días después de presentar los primeros síntomas, Vilaseca fue a urgencias, concretamente el día 18, porque empezó a tener problemas respiratorios. «Es el síntoma principal que si el tenso tienes que ir en urgencias», dice Vilaseca, que recuerda que tuvo que pasar la noche al hospital y que, al día siguiente, «el tema respiratorio desapareció y me enviaron a casa con las pruebas, que habían dado positivo». Nada más el día 19 era su cumpleaños y, además, el día del padre. Por suerte Vilaseca pudo aislarse en su casa. Aquel mismo día, explica, la fiebre se le disparó hasta 39 grados, y le duró 4 días. «Hasta el día 22 fueron los días que me encontré peor. Es cierto que sin problemas respiratorios, pero tenía mucha desazón. Estaba realmente asustado, con un dolor de cabeza muy fuerte, que parece que te tenga que explotar, e hipersensibilidad a la luz, casi no podía ni abrir los ojos», relata Vilaseca, que explica que a partir de los 4 días más críticos los síntomas fueron desapareciendo, «aunque la tos todavía me dura».

Vilaseca vive con su mujer y su hija. Explica que antes de conocer que estaba contagiado, cuando notó los primeros síntomas, ya se aisló. Una habitación sólo para él y un lavabo de uso individual, en más de seguir las estrictas medidas de higiene, ventilación de la habitación y no tener ningún contacto con el resto de la familia, fue el escenario al cual se tuvo que adaptar el de Creixell. No obstante, Vilaseca celebra que desde el pasado viernes, ya sin sintomatología, utiliza las zonas comunes de la casa, manteniendo pero las distancias. «A mi mujer y a mi hija, a nivel médico, se las considera casos positivos sin haberse hecho las pruebas, pero se han encontrado bien en todo momento», asegura.

Vilaseca reconoce que «lo vives con miedo, pero cuando me pasaron los problemas de respiración me tranquilicé», y añade que «respirar bien se convierte en una obsesión, psicológicamente te preguntas todo el rato si lo haces correctamente»

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«Estaba asustado, con un dolor de cabeza que parece que te tenga que explotar»cedida

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