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Moncunill, una familia con mucho oficio

Ya hace ochenta años de la apertura de su negocio dedicado a la electricidad en la Rambla Vella de Tarragona

Francesc Moncunill con sus hijas Mona y Sandra, y su nieta Àlex.

Moncunill, una familia con mucho oficioGerard Martí

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Corría el año 39 cuando Joan Moncunill Serra, hijo de La Masó, abrió un pequeño negocio en la Rambla Vella de Tarragona. Venía de familia de campesinos pero la tierra no le gustaba demasiado, así que se había marchado a Barcelona a aprender el oficio de electricista. Encontró un local en el número 49, y allí abrió Electricitat Moncunill. El establecimiento no ha cerrado nunca, y a día de hoy, ochenta años después, lo llevan su hijo Francesc y sus dos nietas, Sandra y Mona. Francesc puede contar la historia del negocio porque fue muy pronto, con sólo catorce años, y aprendió el oficio del padre: «Él quería que estudiara pero a mí no me gustaba nada, easí que empecé a trabajar de aprendiz con el padre, cargando una senalleta de esparto, que era nuestra caja de herramientas, y hasta ahora, que en mayo haré 75 años».

A pesar de estar en plena posguerra, los Moncunill tuvieron trabajo muy pronto. «Igual poníamos cristales, como arreglaban barreños de lata. El padre también sabía arreglar motores y bombas, y eso le permitió hacer el mantenimiento de algunas fábricas y también de varias casas de vinos que en aquella época había en Tarragona», recuerda Francesc.

Desde entonces que este tarraconense ha sido siempre al negocio, trabajando incansablemente y adaptándose a los cambios que se han sucedido durante todo este tiempo. «El oficio ha cambiado una barbaridad, desde que íbamos con un triste fusible. Nuestra generación hemos pasado de movernos con carro y una mula, como hacía yo para ir a ver a la familia al Morell, a ir a la Luna. Pienso que no volveremos a vivir un cambio de esta magnitud», razona Francesc. De todo, ha aprendido trabajando, cómo ya lo hace hacer de jovencito. Entonces, explica, «lo más importante era tener un buen oficial y ganas de aprender».

Por sus manos han pasado centenares de instalaciones de la ciudad, desde la Catedral en la Chartreuse, pasando por la Tabacalera, iglesias y escuelas. Entre los clientes cuenta también muchos amigos, así como generaciones de tarraconenses que han ido legando la confianza en los Moncunill de padres a hijos. «A Sanidad, por ejemplo, empecé a ir cuando era un aprendiz, y ahora todavía seguimos trabajando. De aquello hace cincuenta años, y en cierta manera, llegas a querer un poco el edificio, como si fuera un poco tuyo», explica Francesc.

Sus hijas, Sandra y Mona, también acabaron yendo a la empresa, donde llevan la gestión del día a día. «En realidad, eso es como si fuera nuestra casa», apunta la Sandra. Su hermana añade que han llegado hasta aquí «gracias a la clientela, que es lo más importante que tenemos,», pero sobre todo «por la pasión del padre, porque sin esta pasión, tampoco estaríamos». Francesc, que cada día a las seis de la mañana ya trajina por la tienda, les devuelve los cumplidos: «Gracias a Dios que ellas también están aquí, si no, ya lo habría puesto en marcha», admite. Y añade orgulloso que ahora ya tiene quien siga la aventura: su pequeño «angelito», que no es otra que su nieta Àlex.

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