«Yo soy florista desde antes de nacer, porque la abuela y la madre ya lo eran»

—Cuándo lo aprendió, el oficio de florista?

—Yo soy florista desde antes de nacer. Mi abuela y mi madre ya lo eran, y nosotros crecimos haciendo ramos de flores.

—Donde las vendían, aquellas flores?

—En la carretera del Cementerio número 5 de Tarragona, donde todavía estamos. Después abrieron una floristería en la Rambla Nova, que entonces todavía no se llamaba así. De esta manera es como empezaron.

—Qué recuerdos tiene, de pequeña, ver a la madre y la abuela vendiendo flores?

—Tengo recuerdos muy bonitos, porque nosotros éramos muy pequeños y recuerdo, por ejemplo, que los jueves íbamos a vender flores en el mercado.

—De donde provenían aquellas flores que vendían las mujeres de casa?

—Flores como los claveles las íbamos a buscar a Mercabarna, en Barcelona. Y también cultivábamos en casa. Allí hacíamos dalias, crisantemos, margaritas... flores más antiguas.

—¿Por qué dice que son antiguas, estas flores? ¿Tanto han cambiado, los gustos?

—Han cambiado mucho, hoy día claveles y dalias se compran poco. Ahora gustan cosas más silvestres, Liliums, Anthurius, rosas...

—De entre todas, cuál es la reina de las flores?

—La rosa y, principalmente, la de color rojo.

—De donde provienen las flores que venden hoy día?

—Ahora pasan unos camiones por Tarragona. Las rosas las traen de Holanda o de Colombia, y el resto, de Barcelona y otros países.

—Cuántas floristerías tienen ahora?

—Tenemos tres. Mi sobrina, la Cefa Mohedano, está delante de el Moto Club, en la Rambla; después tenemos esta donde estamos ahora, en la plaza de Verdaguer, y la casa solariega, que está donde hacemos el trabajo y que también es floristería, en la carretera del Cementerio.

—Quien compra flores en Tarragona?

—Yo aquí vine muy joven y entonces era el centro comercial, había otro tipo de ambiente, hacíamos fiestas por la noche y vendíamos flores a la gente. Fue una época muy, muy bonita. Ahora tenemos una clientela fija y también gente que pasa por aquí. Nos compra flores todo tipo de gente, juventud, amas de casa y también los señores.

—Todavía se compran flores, simplemente para tenerlas en casa, más allá del ramo para regalar?

—Sí. No mucha cantidad, porque la crisis también ha hecho un poco de daño, pero todavía nos compran.

—La flor es un capricho caro?

—No, las flores no son un lujo caro, porque hay de todo tipo y se puede comprar la cantidad que se quiera, no hay que coger ramos o docenas, nos adaptamos a todo. Se puede comprar una sola rosa, ramitos de margaritas, un par de liliums... lo que se quiera.

—Tarragona tiene un clima favorable para tener flores en casa?

—En verano no es muy bueno, ni que pongas polvets en el agua para que las flores te duren más, es un poco difícil que aguanten. El resto del año está bien, te pueden durar ocho, diez, quince días...

—Desde su experiencia, como ve el futuro del oficio?

—Yo pienso que sí que tiene futuro. En Reus hay una escuela de jardinería y floristería, y por Todos los Santos tuvimos trabajando una chica de este centro, y fue perfecto.

—Los vemos pasar frío, calor e invertir muchas horas, sobre todo los fines de semana y festivos. ¿Le compensa lo suficiente?

—Ser florista me gusta porque lo he mamado y no sabemos hacer nada más. Pero también porque es un oficio de toda la vida y es bonito.

—El Gremio de Pagesos le acaba de hacer un reconocimiento. ¿Cómo lo ha recibido?

—Ha sido muy bonito porque no me habían dado nunca ningún premio, y me hizo mucha ilusión. ¿Sabes qué pasa? Como somos muy conocidos, colaboramos con mucha gente, con entidades, el Nàstic, los Pagesos, la Cruz Roja, los Xiquets de Tarragona... y tuvieron este detalle. La ceremonia fue muy bien, y aprovecho también para darles las gracias.