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Vivienda

Una de las últimas casas-taller de artistas de la Part Alta de Tarragona, en peligro

El fotógrafo y pintor Lluc Queralt teme que el edificio se convierta en un bloque de pisos turísticos y denuncia que se expulsa «la gente del barrio de toda la vida»

El pintor y fotógrafo Lluc Queralt, en uno de los espacios de creación que tiene en su casa.

Una de las últimas casas-taller de artistas de la Parte Alta de Tarragona, en peligroGerard Martí

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Han pasado más de cien años de alquiler, pero la familia del reputado fotógrafo y pintor Lluc Queralt perderá parte de sus recuerdos próximamente, después de recibir una carta de los nuevos propietarios echándolos fuera de su casa. La puerta verde de la plaza del Pallol, justo al inicio de la calle de los Cavallers y al lado de la Antiga Audiència, es la entrada de una de las últimas casas-taller de artistas en la Part Alta de Tarragona. Al natural paso de los años y la consiguiente jubilación hay que sumar la compra de los edificios por parte de inversores, que se han hecho con estos pequeños tesoros que todavía conserva la zona en torno a la calle del Comte. Algunos antiguos locales dedicados anteriormente a la creación ahora son simples tiendas de souvenirs.

La familia Baiges-Constantí –así lee el letrero del buzón– fue ahorrando y abandonando progresivamente el hogar del Pallol para marcharse en los años noventa a vivir en la Vall de l'Arrabassada. El tataranieto de Ca la Pintora –tal como se llama la casa, por el oficio de pintores de paredes– se quedó ahora hace cerca de diecisiete años y la convirtió en su taller de creación. En la puerta periódicamente va cambiando la fotografía que la preside y, entre viaje y viaje, eso es signo para los vecinos que Lluc Queralt ha vuelto a Tarragona. Los pocos que quedan que son del barrio, claro está, porque cada vez hay menos.

El pasado mes de abril Queralt recibió una carta que le informaba de la venta del inmueble a una sociedad inversora -Amira CRC 2019, S.L. Si durante los últimos cien años el cambio de dueño no había causado ningún problema para los inquilinos, ahora la situación ha cambiado: el barrio ahora es atractivo para todo tipo de negocios, especialmente los que tienen que ver con el alquiler para turistas. Es precisamente este uso el que la familia deduce que acabará adoptando la que ha sido su casa durante un siglo. Cerca de 100 m2 por planta –bajos, sótano y tres plantas superiores–, el primo y también abogado de la familia Roger Baiges cree que se podrían hacer «unos ocho pisos turísticos». Este extremo no ha sido confirmado por la sociedad inversora, que sencillamente se ha limitado a negarse a renovar el contrato de alquiler. Al mismo tiempo, la familia ha iniciado un litigio con el fin de, como mínimo, alargar la estancia de Lluc Queralt y la mudanza de toda una vida.

«Expulsan a los vecinos de siempre»

Otros habitantes de la casa que se tendrán que buscar un nuevo hogar son los que ahora mismo ocupan de manera irregular dos de las plantas. Una, en el sótano –que da a la calle Ferrers- y, la otra, en uno de los pisos de arriba. A diferencia de estos, sin embargo, Lluc Queralt pagó «religiosamente» hasta abril el importe del alquiler acordado con el antiguo propietario, un hombre de Barcelona. Este importe ha ido cambiando en el tiempo y, aunque no conservan el contrato original de cuando sus antepasados entraron a vivir por primera vez, sí que muestran con afecto un pago del año 1956 de 37 pesetas. Con el tiempo, la plaza del Pallol ha dejado de ser la casa del «abuela viejita» y que servía de punto de reunión entre los vecinos. «Nos están expulsando a la gente del barrio de toda la vida», explica, a causa de la «gentrificación».

En esta casa fue, según relatan, la primera donde hubo televisión. «Antes no había bares, la gente salía a charlar y a tomar el fresco a fuera», explica. Es el retrato de una época en que en cada plaza los vecinos se autoorganizaban las fiestas, como Sant Joan. «Sacaban los muebles viejos y hacían una hoguera», explica este fotógrafo tarraconense.

Una casa degradada

Con el paso de los años, Ca la Pintora se fue degradando. Construida –como muchos otros edificios de la Part Alta– sobre bóvedas romanas e integrando muros estudiados por arqueólogos, los sucesivos dueños no hicieron reformas. Cuando Queralt hizo su residencia a principios de los 2000 estuvo haciendo cambios y, de hecho, estos todavía no habían acabado. «Este año tocaba pintar», explica este artista señalando los desperfectos y las grietas de las paredes.

Cuando recibió la carta echándolo, sin embargo, se lo repensó, y alerta a la nueva propiedad que, si deja el edificio vacío durante mucho tiempo, por el agua de la lluvia acumulada, puede hundirse el techo. «El mantenimiento lo hacemos nosotros», asegura.

En una de las reformas anteriores, incluso, encontraron escondida una antigua banderola republicana fechada de 1934 con una estelada de cuando el Presidente de la Generalitat Lluís Companys proclamó la República catalana. También escondida, durante la Guerra Civil, la casa podría explicar la historia de una monja a quién la familia intentó salvar. O, al fin y al cabo, todos los proyectos artísticos que han salido de este taller de fotodocumentalismo, fotografía de autor y pintura contemporánea. «No hay ninguna sensibilidad ni miramientos», reprocha Roger Baiges.

«Campo base»

Para Lluc Queralt, contar con un alquiler modesto heredado de la familia le ha significado la posibilidad de «sobrevivir del arte». Aunque no es su especialidad, ha cubierto los conflictos de Siria o de Palestina, ha publicado en medios y expuesto en varios espacios e incluso se ha ganado un nombre en un país tan lejano como Islandia.

«Los proyectos salen de aquí», detalla, como uno de los que está elaborando con el también fotógrafo reputado Pep Escoda, sobre Tarragona, u otro sobre el legado en los países de la órbita socialista. Ha ganado premios como elAbsolut Portfoli, en fotografía, o el Rosa d'Orde Mallorca, en pintura. Su casa es un «campo base» que próximamente tendrá que sustituir por otro espacio, seguramente fuera de su barrio de toda la vida.

Roger Baiges y Lluc Queralt con una foto de sus antepasados.

Una de las últimas casas-taller de artistas de la Part Alta de Tarragona, en peligroGerard Martí

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