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El último videoclub de Tarragona se sostiene gracias a una veintena de fieles

También obtiene ingresos vendiendo las más 10.000 películas que tiene en VHS coleccionistas y abuelos que todavía graban en cinta

Pilar Cerón del Videoclub Tarraco del carrer Pere Martell, aquesta darrera setmana, al seu establiment.

El último videoclub de Tarragona se sostiene gracias a una veintena de fielesJoan Antoni Torreblanca

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Ni Netflix, ni HBO, ni Amazon, ni ninguna de las plataformas de televisión por cable han podido con ella. Pilar Cerón, la propietaria del Videoclub Imperial, de la calle Pere Martell, ha aguantado estoïca los embates de las nuevas formas de consumo de la ficción audiovisual. A sus 56 años, la tarraconense sigue levantando diariamente la persiana de la única tienda de alquiler de películas que queda al centro de la ciudad. Si bien, confiesa que en los últimos años se ha planteado, en infinidad de ocasiones y estableciendo un símil cinematográfico, fundir a negro para pasar a los títulos de créditos. «Lo he hablado con mi marido y mi hijo, pero si cierro el videoclub, ¿qué pongo en este local? Si hoy día todo se compra por Internet. Miras las tiendas de los alrededores y ves como van cerrando», relata. «Mientras este negocio me vaya dando para comer, así seguiré. Tengo la suerte de que el local es nuestro y no tenemos que pagar ningún alquiler, sino imagínate lo que tendría que desembolsar por un espacio 120 metros cuadrados en pleno centro de Tarragona», expone.

A medida que las nuevas formas de consumo de ficción a demanda se van imponiendo, el negocio de Cerón, va disminuyendo más y más, pero por suerte, dispone de unos parroquianos muy fieles que cada semana se acercan a la tienda para devorar las últimas novedades que ha adquirido: «Ya no compro películas para vender porque nadie las adquiere, pero encargo 6 o 7 títulos nuevos semanalmente, los filmes más comerciales y de más éxito, que es lo que mis clientes esperan», desgrana. Son una veintena de vecinos de la zona que nunca fallan a su cita semanal con el videoclub. Pagan 2,5 euros por cada una de las películas de estreno.

En medio de la entrevista con este diario, entra por la puerta Francisco José Mouliaa, un hombre mayor que ha venido a ver si ya han llegado los DVD de esta semana. «Te los reservo, no te preocupes», le garantiza ella. «A mí me gustan las de acción y, a mi mujer, las románticas, pero de todas formas, las cogemos todas», explica el cliente.

Lo más destacado del videoclub sin embargo, no son los DVD a pesar de atesorar más de 7.500 títulos en este formato, el verdadero tesoro son las cintas en VHS. Todavía conserva en torno a 10.000 referencias que son una auténtica piedra filosofal para los amantes del formato analógico. «Hay coleccionistas de Barcelona que me envían un montón de hojas con centenares de títulos. Las que tengo los vendo, es una forma de sacarme unos pequeños ingresos extra», desgrana la propietaria. Tal es la cantidad de cintas que almacena que, alguna incluso, lo ha acabado destinando a acuñar una de las puertas, a fin de que esta no golpee con el viento.

Abuelos que piden cintas VHS

«Además de los coleccionistas, también vienen a comprar VHS algunos jubilados que siguen teniendo un vídeo para grabar los programas de la tele y necesitan cintas. Les sirve cualquier película», comenta Cerón, mientras señala una enorme pila de carátulas, entre las cuales se puede encontrar, por ejemplo, Mulan, un exitoso título infantil de 1998 de la factoría Walt Disney Pictures. Cerón recuerda, apoyada en el mostrador (lo que en esta pieza de cariz cinematográfico tocaría denominar flashback), la época dorada de los videoclubs: «Ahora soy yo el que tengo que hacer el pedido al mayorista, pero años atrás era al revés. Aquí venían representantes comerciales de todas las grandes distribuidoras a ofrecerme las últimas novedades de cada compañía y era yo el que acababa escogiendo. Me visitaban de la Warner, de Paramount, de la Fox...», rememora.

Para los amantes del modo tradicional de adquirir los filmes y, con permiso de los protagonistas del filme Casablanca, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, se podría decir que «siempre nos quedará el Videoclub Tarraco».

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