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La Mona, una excusa perfecta para disfrutar de la naturaleza en familia

El Pont del Diable y el parque del Francolí han sido dos de los espacios que más gente han reunido para cumplir con la tradición

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Todavía no eran las once de la mañana y decenas de personas llegaban, en coche o incluso en bicicleta, en la zona de aparcamiento del Pont del Diable. El objetivo era claro y sencillo: celebrar la Mona disfrutando de la naturaleza y del buen tiempo. Neveras, bolsas llenas de comida y sillas. Una sonrisa de oreja en oreja, un poco de música y, por descontado, la Mona. No hacía falta mucha cosa más para cumplir con la tradición.

La escena se repetía en el centro de la ciudad. El buen estado del parque del Francolí y las facilidades que ofrece la zona más próxima al Parque Central, equipada con mesas, lavabos y un bar, seducen año tras año a un número mayor de personas. «Ya no hay que irse fuera de la ciudad para pasar un día en familia y disfrutando de la naturaleza, aquí está muy bien», expresaba la Pilar, una de las más mañaneras al acercarse a la zona para conseguir una de las mesas, muy cotizadas en días de gran afluencia de gente.

Mesa parada, empieza la fiesta

El ritual de preparación es más que conocido por todas las familias y se repetía tanto en el Pont del Diable como en el Francolí. Los primeros que llegan, reservan la mesa. «He venido a las siete y media porque si no todo está lleno», explicaba Antonia Carrascosa, rodeada de los suyos a pocos metros del acueducto romano. Algunas horas más tarde, los familiares se unen a los más matinales con bolsas llenas de comida y bebidas. «Hoy hemos preparado ensaladas, tortilla de patatas, pollo asado y, evidentemente, de postres, la mona,» detallaba la misma Antonia. Una vez todo el mundo está en el lugar, se pone la mesa y empieza la fiesta. «Nos quedaremos aquí hasta que nos cansamos, porque que los mayores disfrutamos del buen tiempo y los pequeños se lo pasan a lo grande jugando por el bosque», expresaban los miembros de la familia Carrascosa.

La mayoría de las familias que ayer se dirigieron al Pont del Diable ya lo habían hecho antes. Algunas incluso hacía cinco años que comían en el mismo espacio. No era el caso, sin embargo, de seis parejas que pisaban el lugar por primera vez en el día de la Mona. «Hemos decidido venir aquí para cambiar un poco y porque dos amigas insistieron mucho, y la verdad es que se está de lujo», expresaban. Además, eran las únicas que no habían llevado una mesa. «Como no sabíamos si estaría lleno o no, hemos decidido llevar unas mantas para sentarse en el suelo», explicaban estiradas entre los pinos del bosque.

La celebración de la Mona es uno de aquellos días que consigue reunir a la familia al completo. Los García-Alcañiz eran el mejor ejemplo de la unión de generaciones. Bisabuelos, abuelos, padres y nietos. Desde los 91 hasta los 2 años. «Venimos todos, y es fantástico. Somos catorce personas, e incluso los mayores se apuntan», explicaba Mercedes. Ella había sido la encargada de hacer la comida para toda la familia. «Tenemos un buen aperitivo y carne», detallaba. Además, habían decidido fusionar la Mona y convertirla también en una calçotada. «Nos llevan los calçots cocinados a las dos y hemos comprado salsa porque así no hace falta que la haga yo, es una comodidad», decía la misma.

«Queremos más espacios así»

El Parque del Francolí acogió a decenas de familias. Se trata de una zona equipada, con mesasde madera, un bar en el lado y dos lavabos. Es uno de los pocos espacios que hay en el centro de la ciudad con estas condiciones y, muchos de los presentes ayer en el parque, reclamaban más equipamientos como este. «No puede ser que con las explanadas que tiene Tarragona haya sólo un parque con mesas para venir a comer», expresaba la Pepi. La misma lamentaba el estado del parque de Sant Rafael, un espacio que «está desperdiciado y tiene muchísimo espacio para poner servicios básicos».

Por otra parte, tanto los asistentes en el Pont del Diable como en el Francolí pedían más servicios a las dos zonas. El espacio próximo al acueducto romano sólo cuenta con tres mesas, y los presentes pedían más, y también papeleras y lavabos. En el parque del Francolí las demandas eran más o menos las mismas, aunque hay más mesas para comer y dos lavabos. En días de gran afluencia de gente, la falta de servicios se nota más que nunca, y así lo aseguraban muchas de las familias que ayer decidieron disfrutar de la naturaleza y del buen tiempo. Sin embargo, pequeños y mayores pudieron aprovechar el último día de las vacaciones de Semana Santa. Y todo con una sonrisa de oreja en oreja y la compañía de la familia.

Una familia de cuatro generaciones

Los más matinales esperan el resto de la familia

Cinco años comiendo en el mismo lugar

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