Diari Més
Josep Maria Martorell Calaf

De Tarragona a Caracas

«El teléfono, la luz, el transporte y la educación son gratuitos»

Josep Maria Martorell hace dos meses que decidió marcharse a Caracas para conocer la realidad venezolana y estudiarla

Martorell, en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Díez.

«El teléfono, la luz, el transporte y la educación son gratuitos»Cedida

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Josep Maria Martorell (35), vecino de Tarragona, se marchó el pasado 28 de mayo a vivir aCaracas (Venezuela). Después de formarse en Filosofía por la UNED y trabajar en educación en el ocio, ahora está estudiando varios cursos en la capital venezolana en la UNEFA y en la Universidad Central de Venezuela sobre Geopolítica y paz, Ecología y Periodismo.

—¿Qué motivos lo llevaron a ir a Venezuela?

—Necesitaba hacer un viaje largo, tomar distancia para tener perspectiva y salir un poco de la inmediatez. Pero escogí Venezuela por mis inquietudes políticas. Pienso que en nuestra casa estamos anticuadas en la manera de hacer política de base. En mi opinión el Kurdistán y Venezuela son dos de los lugares donde actualmente se están dando formas más innovadoras de organización popular con vocación emancipadora. Este replanteamiento de la política de base es también el tema de mi trabajo de fin de grado en Filosofía, así que sumergirme en él me parecía lo más adecuado.

—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?

—Hay una visión totalmente distorsionada de lo que pasa en Venezuela. Realmente se está viviendo una crisis y eso hace que falten algunas comodidades, pero nada más. El bloqueo y las sanciones unilaterales de los EE.UU. hacen mucho daño al común de la gente y se nota. Pero a diferencia de nuestra casa, aquí hay muchas políticas sociales que hacen que a nadie –al menos en Caracas– le falte nunca nada de lo que es esencial.

—¿Cuáles son las principales diferencias entre Caracas y Tarragona?

—Todo es muy diferente aquí. La gasolina es prácticamente gratuita, también el transporte público, todos los suministros –incluido el teléfono e Internet-, la educación –incluso la universitaria– y los actos culturales. Todo eso tiene precios simbólicos. La mayoría de comestibles, en cambio, tienen un precio similar a los de aquí lo que hace que, a causa del menor poder adquisitivo, resulten caros. Quizás aquello que más sorprende al principio es la manera de conducir. Los semáforos son meramente decorativos, nadie para en los cruces, el pavimento está lleno de baches sin señalizar, la gente cruza por cualquier sitio, sólo se usan las luces largas. Lo más diferente es la cultura del alcohol. Quizás es porque es caro, pero la verdad es que desde que llegué prácticamente no bebo y no mucha gente fuma. El consumo de otras drogas también es muy menor. Aquí la gente se divierte bailando salsa, y no se bebe mucho en comparación con Cataluña. Creo que tendríamos que tomar ejemplo.

—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?

—El centro histórico es donde se concentran la mayoría de sitios emblemáticos, también las principales instituciones políticas. Pero no pueden dejar de visitarse el panteón nacional y el mausoleo de Bolívar, o el Cuartel de la Montaña, donde descansa el cuerpo de Chávez. En Teresa Carreño se concentran muchos actos culturales y, de noche, es el espacio de encuentro. Los parques son enormes y los sábados están llenos de vida.

—¿Qué destacaría del resto del país?

—Caracas es una especie de burbuja donde no falta de nada, pero en el resto del país no es así. Estoy organizándome para poder hacer un gran viaje por el interior. Está habiendo un proceso de expulsión de campesinos de las tierras que se les otorgaron con Chávez, y me gustaría investigarlo. También hay muchos conflictos medioambientales en el arco minero del Orinoco, donde las mafias controlan gran parte de las extracciones e imponen su ley.

—¿Cuál es la situación laboral en Venezuela?

—La economía es muy informal. Los puestos de trabajo institucionales se pagan a salarios casi simbólicos, del todo insuficientes, pero dan acceso a una serie de ventajas en especias que de alguna manera lo compensa. La mayoría de gente tiene otras actividades económicas informales aparte de este sitio de trabajo. La gente aquí resuelve, es así como dicen: cualquier cosa puede ser una actividad económica, hay mucha imaginación. También hay un grosor importante de población de clase acomodada.

—¿Desde que llegó ha vivido o le ha pasado algo curioso que no se hubiera imaginado nunca?

—Lo que no me esperaba es que estudiaría tanto. Aquí la educación es prácticamente gratuita y lo he aprovechado. Así que, para comprender mejor la realidad política, me apunté a varios diplomados, seminarios y cursos. También he reanudado mi entrenamiento de kárate-doen un dôjo de aquí. Me acogen en todas partes con los brazos abiertos y les gusta mucho que alguien de fuera se interese tanto por comprender qué está pasando en su país.

—¿Qué costumbre del país actual se llevaría a Cataluña?

—El alto nivel de participación social y política. Aquí mucha gente tiene un criterio definido sobre las cuestiones políticas, sea cuál sea, y eso hace que sea una sociedad muy crítica. Ha cambiado con la muerte de Chávez y el advenimiento de la crisis, pero sigue habiendo una manera de socializarse no consumista de la que tenemos que aprender, muy sana tanto físicamente como emocional.

—¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?

—Como muy tarde, por Navidad me gustaría reencontrarme con la familia y amigos, pero no tengo claro si será sólo una visita corta para volver rápido a América Latina.

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