Diari Més

Ramon Llorens Minguella: De Tarragona a Monrovia (Liberia)

«Quien viene a Liberia es para ayudar o trabajar. No es un sitio para hacer turismo»

Ramon Llorens, tiene 27 años, y trabaja en una misión católica italiana de Monrovia que acoge a 40 chicos huérfanos

Ramon Llorens, acompanat de dos misioneras y dos niños.

Quien viene a Liberia es para ayudar o trabajar. No es un lugar|sitio para hacer turismo»Cedida

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—¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?

—Hasta ahora he estudiado y lo he combinado con trabajos en la Universidad. De todos modos siempre he pasado algunos meses al año en Brasil, USA y Liberia como voluntario.

¿Qué motivos lo llevaron a marcharse de casa para ir a vivir al extranjero?

Cuando acabé la universidad me di cuenta de que si no me marchaba un año para hacer de misionero nunca lo haría. Antes había pasado dos veranos en la misión donde estoy. Siento que aquí está mi familia. Por eso viví allí un año.

—¿Cuál fue su primera impresión del país al llegar?

—Ya es la tercera vez que estoy en Liberia. Por este motivo la relación con las personas del país es más estrecha. Confían mucho más en mí porque ven que no vengo para marcharme sino que quiero estar con ellos por un tiempo y, eso, fortalece las relaciones con ellos. Son gente que diferencia mucho entre blancos y negros y, al principio, es muy difícil hacer amistad. Cuando superas esta barrera haces buenas amistades.

—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?

—El inicio fue difícil, sobre todo porque tengo poco contacto con mi familia. Pero una vez superado eso todo va rodado.

—¿Cuáles son las principales diferencias entre Liberia y su casa?

—La principal diferencia es la alimentación y los horarios. Aquí la base principal de la dieta es el arroz. Lo más normal para un liberiano es comer una vez al día un buen plato de arroz. Nosotros en la misión comemos diariamente arroz y a veces se hace un poco pesado. Además, ellos siguen el horario del sol y se levantan a las 5 de la madrugada. A las ocho de la noche no hay mucha gente por la calle.

—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?

—Es difícil de decir porque no es un sitio para hacer turismo. Quien viene aquí es para trabajar o para ayudar. Yo recomendaría las playas (aunque están bastante más sucias que las nuestras) y, sobre todo, visitar las diferentes instituciones que están ayudando aquí, que son muchas y llevan a cabo una gran tarea.

—¿Qué destacaría de la manera de trabajar del país? ¿Las conductas son similares o diferentes de las del Estado español?

—Es un país muy diferente en este aspecto. Ellos trabajan para ganar un dólar al día y tener un plato para comer y un techo. Una cosa que me ha sorprendido mucho es que mucha gente se dedica a la venta de productos o servicios (sobre todo taxis) pero hay muy poca producción primaria y secundaria.

—¿Desde que llegó, ha vivido o le ha pasado algo curioso que no se hubiera imaginado nunca?

—Hace unas semanas estaba jugando una liga fútbol (similar a nuestra regional). El día que llegué al campo de fútbol se vivió una gran revolución, porque un blanco iba a jugar con ellos. Todos querían hacerse fotografías conmigo y darme la mano. Cuando me cambiaron por otro jugador fui el único el cual ovacionaron. Creo que les hacía mucha ilusión que jugara con ellos.

—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?

—Seguramente la familia y los amigos, pero también las noches en la plaza de la Font con los amigos.

—¿Qué costumbre del país actual se llevaría hacia Cataluña?

—Me llevaría la solidaridad entre vecinos. Aquí, en la zona donde vivo, acostumbran a vivir tres o cuatro familias en una sola casa y se ayudan mucho entre ellos. Son muy pobres, pero las pocas que tienen las comparten.

—¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?

—De momento tengo previsto estar un año más aquí. Después, ya pensaré que hago.

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