Diari Més

«En Dublín, el porcentaje de brasileños es más alto que el de irlandeses»

Hace diez meses llegó a la capital de Irlanda para trabajar y casi no ha visto el sol, pero disfruta de la música en directo

Caterina Peraire y, en el fondo, una panorámica de Dublín.

«En Dublín, el porcentaje de brasileños es más alto que el de irlandeses»Cedida

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—¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?

—Me gradué en junio de hace un par de años de International Business Economics en la Pompeu Fabra. Muy pronto me adentré en el mundo de las ventas, trabajando en una start-up tecnológica en Barcelona. Después de unos meses, me contactaron desde LinkedIn. Hace 10 meses que vine a Dublín a trabajar en la central europea.

—¿Qué motivos la llevaron a ir a vivir en el extranjero?

—Siempre había querido tener una experiencia profesional en el extranjero y, cuando me ofrecieron la posibilidad de moverme a Dublín, no me lo pensé dos veces. Si hubiera podido escoger, seguramente habría escogido otra ciudad, pero vine por la oportunidad laboral y las ganas de salir de mi zona de confort.

—¿Cuál fue su primera impresión del país?

—Nunca antes había estado en Irlanda y la verdad es que fue todo tan rápido que casi no sabía qué esperar. Estaba un poco nerviosa por empezar de cero en un país nuevo, pero enseguida comprobé que, como dicen, los irlandeses son extremadamente amables y acogedores. También comprobé que el tiempo es realmente un problema, sobre todo para alguien que viene del Mediterráneo.

—¿Fue muy sorprendente el cambio?

—La verdad es que vine sin haber abierto un mapa o una guía previamente. Pensé que, si venía para una temporada indefinida, ya tendría tiempo de comprobar por mí misma cómo es este país. Dublín es una ciudad muy internacional y joven. Nunca me he sentido sola. Como dato interesante, en Dublín ciudad la nacionalidad con el porcentaje mayor es la brasileña, antes que la irlandesa. Me sorprendió que todos los carteles e indicaciones están escritas en gaélico, aunque no lo habla casi nadie. Los pubs, llenos a todas horas.

—¿Cuáles son las diferencias entre Dublín y su casa?

—Hace unos años hice el Erasmus en Londres y las costumbres son bastante parecidas. Lo que me cuesta más es adaptarme al horario. Mientras en Cataluña haces vida hasta las 9 y cenas, aquí, a esta hora, ya hace dos que has cenado y ya no hay nada que hacer. En cambio, los supermercados cierran más tarde, en torno a las 11 de la noche, y las tiendas están abiertas domingos.

—¿Cuáles son los lugares más característicos de su ciudad de acogida?

—Dublín es una ciudad que se ve en un día. Es bastante pequeña. Las atracciones más turísticas son el Trinity College, Saint Patrick Cathedral, el barrio de Temple Bar, los parques y, obviamente la destilería de whisky Jameson y la fábrica Guinness. En torno a la ciudad hay muchos pueblos pesqueros encantadores como Howth, Dun Laoghaire o Bray donde, cuando hace bueno, puedes ir a pasar los domingos. Acostumbra a haber mercados y buenos restaurantes de pescado. Lo recomiendo mucho.

—¿Qué destacaría de la manera de trabajar del país?

—Trabajo en un equipo con 10 nacionalidades diferentes, por lo cual es difícil definir la manera de trabajar irlandesa. La jornada laboral se acaba bastante antes. A las 5 o 6 de la tarde, ya no queda casi nadie. De hecho, si te quedas, se entiende que es por poca eficiencia.

—¿Cómo se está viviendo la crisis en su país de residencia?

—La crisis en Irlanda fue destacable. Ahora casi no se notan las consecuencias. Por lo que a mí me corresponde, el hecho de que las sedes de las empresas americanas se localizaran aquí por un tema de impuestos ha llevado mucho trabajo y mucho dinero a la ciudad. Eso también ha provocado un incremento muy importante y constante de nuevos habitantes, cosa que ha hecho subir el alquiler de los pisos. Muchos dublineses de toda la vida se han tenido que marchar a pueblos de los alrededores. Para los que tenían propiedades y ahora las alquilan, les ha tocado la lotería.

—¿Le ha pasado algo curioso en Dublín que no se hubiera imaginado nunca?

—Una expresión que dicen aquí y que me hace mucha gracia es «el verano es mi semana del año preferida». Llegué en junio y todavía no he vivido ningún día en que no me tenga que poner una chaqueta para salir de casa. Y la compra de la cual estoy más orgullosa es un impermeable. Para una persona de playa como yo, eso es irónicamente gracioso.

—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?

—Las terrazas, sobre todo. Poder tomar el vermú con gafas de sol. Despertarme y ver que el cielo es azul. La tortilla de patatas y los calamarsets. Por suerte, bajo bastante y me saco el mono rápido.

—¿Qué costumbre del país actual se llevaría hacia Cataluña?

—La cultura de la música en directo es, para mí, lo más valioso. También tengo que decir que son muy agradecidos. Siempre que bajas del autobús, tienes que dar las gracias y desear al conductor que pase un buen día. Cada uno tiene su opinión, pero nada como en casa. Nosotros tenemos la suerte de pertenecer al mejor país del mundo. Mi idea es quedarme aquí al menos un par o tres de años. Después, puede ser que vaya a algún otro sitio.

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