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Comercio

«Hemos tenido que cerrar temporalmente cuatro de las seis churrerías ambulantes»

El aumento de precio de todas las materias primas ha hecho que la churrería Peye i Carla deje de vender churros en municipios como Creixell

Uno de los locales que mantiene abierto El Buen Paladar es en el arrabal de Santa Anna de Reus.

«Hemos tenido que cerrar temporalmente cuatro de las seis churrerías ambulantes»Gerard Martí

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«A causa del aumento de precio de toda nuestra materia prima de casi un 300% nos vemos prácticamente obligados a no poder asistir temporalmente al mercado de Creixell, ya que sería abusiva la subida de precios que tendríamos que poner en nuestros productos y entenderíamos que la gente no viniera a comprarnos». De esta manera anunciaba a las redes sociales Peye Caravaca, propietario de la churrería El bon paladar-Peye y Carla el cierre temporal de la churrería que, desde hace quince años, vende sus dulces en el mercado de Creixell de los domingos y en el mercado municipal.

El bon paladar mantiene abierto su local permanente en el arrabal Santa Anna de Reus, en la playa de la Mora de Tarragona los fines de semana y el de la Pineda, pero ha tenido que cerrar cuatro de las seis churrerías ambulantes de que dispone, entre las cuales, la de Creixell. «Hemos tenido que sacrificar algunas y mantener las fijas, porque, con el aumento de precio del aceite, la harina y el combustible, no llegaríamos en mayo,» explica Peye Caravaca.

A principios de año, este empresario pagaba cerca de 40 euros aproximadamente por la garrafa de 25 litros de aceite alto oleico, lo que se utiliza para preparar los churros. «Y ahora ha pasado a costar 125 euros la garrafa de 25 litros», dice Caravaca. Tener en marcha todo el negocio le supone un gasto de entre 100 y 120 litros de aceite semanal y, con estos precios, nos enfilamos o superamos los 500 euros semanales sólo en aceite». A principios de año pudo hacer provisión de aceite, «lo que nos ha permitido mantenernos hasta ahora».

«Todos los productos siempre tienen pequeños incrementos del precio y hemos pasado doce años sin repercutirles en nuestros productos. Si una media docena de churros valía dos euros aproximadamente –aunque se vende al peso– el año pasado lo subimos hasta los 2,50 euros y la gente ya se quejó. Ahora, la misma cantidad vale unos tres euros y no los podemos aumentar más, porque tendríamos que cobrar a un euro cada churro...», puntualiza Caravaca.

Al incremento de precio del aceite, se añade el de la harina y el del combustible. «Todas nuestras máquinas funcionan con gasóleo», finaliza Peye Caravaca.

Uno de los locales que mantiene abierto El Buen Paladar es en el arrabal de Santa Anna de Reus.

«Hemos tenido que cerrar temporalmente cuatro de las seis churrerías ambulantes»Gerard Martí

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