Diari Més

Carme Puyol: Licenciada en Historia y graduada en Archivística y Gestión de Instituciones Culturales

«La vida de la bailarina Roseta Mauri estuvo llena de excepcionalidades»

Carme Puyol pronunció ayer la glosa inaugural del Any Roseta Mauri en el Palau Bofarull de Reus

Carme Puyol ayer, en el Palau Bofarull de Reus.

«La vida de la bailarina Roseta Mauri estuvo llena de excepcionalidades»Gerard Martí

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—Reus siempre ha tenido presente a Roseta Mauri. ¿No obstante, cree que el Any Roseta Mauri es la culminación de un reconocimiento a una figura que tiene todos los valores para ser un personaje ilustre de la ciudad?

—Es cierto que Reus siempre ha tenido presente Roseta Mauri. Para mencionar alguna fecha, en 1956 ya se le rindió un gran homenaje de la mano de la bailarina Enriqueta Prats. Proclamar todo un Any Roseta Mauri por parte de Reus está lleno de significado, porque además se hace con la voluntad de implicar a las entidades y a todas las escuelas de danza de Reus, que hay muchas. Reus respira danza, y este año eso se verá como nunca.

—Usted impartirá varias conferencias sobre Roseta Mauri. ¿Tenemos conocimiento de buena parte de su vida o todavía hay aspectos o capítulos desconocidos?

—En estos meses de investigación he podido poner a la luz documentos y datos poco conocidos. Querría destacar la más relevante, un documento cinematográfico de 1900 que se proyectó durante la Exposición Universal de París. Es una perla documental que pude conseguir en soporte digital y que proyectamos en el Teatre Fortuny cuando presentamos el libro Roseta con Maria Lluïsa Amorós y Teresa Llorach. Todo Reus pudo ver por primera vez bailar en Roseta Mauri. Diría que este es el documento más inédito que he podido aportar a mi investigación, pero hay otros. Hay también un aspecto muy íntimo de su vida, del cual pienso que he encontrado un hilo: hay muchos indicios que el amor de su vida fue Antonin Proust, quien fue ministro de Bellas Artes durante el gobierno de Gambetta.

—Roseta Mauri tuvo la sociedad de París del siglo XIX a sus pies, y la prensa de la época la calificó como una bailarina excepcional. ¿Qué les enamoró tanto?

—Roseta Mauri entró en la Ópera de París como primera bailarina por la puerta grande, y eso no era lo habitual, la norma de la casa era que la primera bailarina tenía que salir de la escuela de danza de la misma Ópera. Pero su aval eran su arte, su estilo y su técnica, no tenía padrinos. Estuvo 20 años como primera bailarina de la Ópera de París, y eso también es excepcional. El primero que los enamoró fue su gran técnica. Al mismo tiempo, tenía un estilo de gran virtuosismo, mucha ligereza. La prensa explica que ejecutaba los pasos más complejos de una manera natural, como si no le costara ningún esfuerzo. También era muy tenaz, ensayaba horas y horas, dejando agotadas a sus compañeras del cuerpo de baile. Otro aspecto que valoraban era su versatilidad, porque podía bailar todos los géneros. Y lo que enamoró más al público y la crítica fue su manera de encarnar a los personajes, la elocuencia de sus ojos, su rostro y su gestualidad.

—-¿Con qué calificativos podríamos definir su vida profesional?

—-Primero, la precocidad. Empezó muy joven, a los 15 años ya bailaba en Reus, a los 18 era la primera bailarina del Teatre Principal y a los 23 lo era del Liceu. Después, tenía un anhelo insaciable por aprender. También el compañerismo: a pesar de ser la diva de la Ópera, supo generar muy buen ambiente entre su cuerpo de baile. Y finalmente una gran seguridad y también la resiliencia, porque sufrió una lesión que la dejó fuera del escenario durante siete meses, pero salió adelante. Incluso su padre vino a Reus para llevar un exvoto a la Verge de Misericòrdia para que lo ayudara. Sin embargo, el más destacado de la Roseta era su gran pasión por la danza.

—¿Y cómo la calificaría su faceta más personal?

—Era muy familiar, se llevó padres y hermanos, a París. También era alegre, afable, solidaria y humilde. Los periodistas que la entrevistan la encuentran natural y espontánea, no es la diva a quien le ha subido la fama a la cabeza. También era inteligente: se marchó de escena a los 47 años, en el punto más alto, porque no quería que su recuerdo tuviera ni una brizna de decadencia.

—¿Además de bailarina, tiene una faceta como docente?

—Sí, y es muy relevante. Cuándo deja el escenario todavía tiene una gran vitalidad y mucha experiencia. El año 1898 la contratan como profesora del aula de perfeccionamiento de la escuela de danza de la Academia Nacional, que tiene la sede en la Ópera de París, y está hasta 1920, hecho que será, de nuevo, toda una excepcionalidad.

—¿Su gran éxito tuvo resonancia en nuestra ciudad?

—Sí, tenemos una constancia documental en la revista Reus Artistich. En enero de 1891 aparece su imagen a la portada y en el interior se reproduce una carta que Roseta Mauri los envía para agradecerles una crítica publicada.

—¿Qué vínculos mantuvo, con su ciudad, estando ya en París?

—Aquí quedaron sus tíos, pero no tenemos constancia que volviera nunca más a Reus. Hizo raíces en París, la ciudad que le abrió las puertas, que la quiso y admiró. Y este sentimiento fue mutuo, Roseta Mauri quiso mucho París y los parisinos.

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