Diari Més

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Ya he vuelto de vacaciones. Esto ya es una noticia, porque me dijo mi doctora que tuviera cuidado con los excesos y la primera meta volante era una comida degustación de 25 platos en Les Moles, en Ulldecona. No desvelaré cuál era mi destino final, os dejo sufriendo, como si fuéramos a publicidad mientras se emite El Infiltrado, que, en el caso de mis vacaciones, es una rodilla. Al parecer, no le gusta «cargar» un «enxaneta» de 115 kilos que camina por los museos.

Sí, amigos, ya sé que vosotros vais a Las Vegas, a Nevada, o a Florida. Yo, en cambio, me voy floreciendo cada año en La Vega... de Segura. Confieso que he ido a una población de la Plana Baixa, ya sé que es triste, pero es que a mí el tema de cobrar por las «planas» también me ha bajado.

Si vas a Las Vegas lo normal es contar algo de esos hoteles espectaculares con luces, volcanes, actrices que hacen de meretrices... y meretrices que no son actrices. Si en Las Vegas tuvieran que levantar un establecimiento dedicado a nuestro país, no se llamaría Hotel «Cadizfornia», sino Pensión Corrupción.

He estado con un hotel muy raro. Está en un polígono industrial. No ves ni hablas con ninguna persona humana durante su estancia. Llegas, metes un código en la puerta, se abre una barrera y una luz te lleva al aparcamiento privado, sólo para ti, como el Jaume I. Subes unas escaleras en un ambiente de paredes de hormigón, luces de neón y jacuzzi. Nadie te ve, tú no ves a nadie. Ya sabéis que soy fantasioso y he imaginado perversiones sucias. Por ejemplo, una negociación entre partidos para conseguir alguna finalidad espuria. Imaginad ahora que un político franquista (ya sé que no existen, sólo es una ficción) quiere negociar con un diputado de los Comuns. ¿Dónde pueden ir? ¿A un restaurante? ¿A un bosque? ¿A casa del Villarejo? Pues yo para estos casos recomiendo este hotel. ¡Shhh!

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