Diari Més

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Hace diez años sonó el teléfono y unos señores muy amables me dijeron que me darían dinerito por escribir las crónicas de la Selección Española de fútbol para un lugar importante que no revelaré ni bajo tortura. Acepté, pese a que había un pequeño problema: no tengo ni idea de fútbol. Pero tenía que comer, y tuve suerte, nadie se dio cuenta. Es gracioso, he pasado de hablar de Iniesta a hacerlo hoy de unos jugadores que nunca aparecen en la tele. Alguna vez he estado en una lonja llena de turbantes saudíes y millones, pero tienen un defecto: no son del Tarragona Fútbol Club. El Laporta sirve a los invitados un catering que está al nivel de la Hepburn, pero el bocata que me dieron el domingo en el Campo de La Granja era digno de Tiffany's. Los del club están equivocados conmigo y por eso me tratan como si fuera importante. Me pusieron en la foto institucional con el «alcalde» Viñuales, Berni, Maria Elisa y la gran Maria José López. Pero me he visto en la imagen y parezco el representante de «Gordos por la República».

Si los equipos grandes juegan con balones forrados de billetes de 500 euros, en el Tarragona FC los balones están llenos de la dignidad de jugar sin dinero de por medio. El domingo estuve animando con aquellos del tambor y miraba cómo los jugadores luchaban bajo un sol de justicia para ganar a un Riudoms que no era precisamente un equipo de jubilados. Empataron. ¿Y qué? Yo digo que lo mejor que le puede pasar a un equipo es no ganar siempre. Al igual que Riudoms, también quiero Falset, los próximos a visitar Camp Clar. Pero, como un divorciado, debo dejar atrás a los antiguos amores. El Tarragona F.C. conseguirá el ascenso que tanto merece. ¡Demostrar que sois un club con 113 años de historia y que sois los mejores! ¡Venga! No entiendo de fútbol, pero sí de personas.

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