Diari Més

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Hala, otra vez. Estaba haciendo zapeo y durante una fracción de segundo he visto una cara conocida. Era Fernando Simón. Si, hombre, aquel de los pelos rizados, una especie de David Bisbal en feo que aparecía sin uniforme en las ruedas de prensa militar al principio de la Covid. ¿No? ¿No lo recuerda? Sí, hombre, aquel que tiene una voz que parece que tengan que hacerle la extrema unción dentro de un cuarto de hora pero que después es un crac haciendo surf en el Caribe y saltando «olas». Ahora no viene al caso, pero lo intenté un año en la Platja Llarga y lo dejé al cabo de diez minutos. También probé el esquí y lo dejé en la primera hora de monitor. Ahora que recuerdo, también juré bandera en Sant Climent Sescebes y también lo he dejado.

Vuelvo al Don Simón. Pues este hombre ha salido otra vez del laboratorio donde vive para tranquilizarnos respecto a la viruela del mono, una nueva pandemia que ya empieza a sumar casos. Si mira las fotos de cómo ataca al cuerpo el bichito este que pasa de la Mona Xita a Tarzán, los antivacunas harán cola una semana antes en el polideportivo de Camp Clar con la tarjeta sanitaria en la boca y la camisa remangada. Porque cuando alguien te decía que tenía a Covid, podías hacerle una foto y «de fuera estaba presentable» aunque, como tosía mucho, era difícil que no saliera la imagen movida. Pero si fotografías a alguien con la viruela esta, eso sí que es una «movida» aunque estés bien quietecito. Por el momento se ha acabado todo lo que sean conocimientos carnales y amorosos porque al quitarte la camisa, tu partenaire huiría y llegarían corriendo Paul Naschy, Hitchcock y un vecino dermatólogo que ahora está en paro y mira de hacer algún trabajito feo. Vamos, como aquellos que saben conducir un Pegasus.

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