Diari Més

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En la sala donde estaba, los que hablaban conmigo dejaron de hacerme caso de repente. Todo el mundo corrió hacia la puerta, por donde entraba una niña que no levantaba dos palmos del suelo, era casi un ratón. Lo revolucionó todo y fue arriba y abajo besando a las enfermeras. Aquella sala de hospital se iluminó de repente. Pregunté qué pasaba y me dijeron que esa pequeña había superado un cáncer con cuatro años, después de pasar por tratamientos que asustarían a un hombre adulto. Me quedé sin aire y salí a llorar al baño. Estaba en el hospital Sant Joan de Déu de Barcelona haciendo un reportaje para RAC1 sobre cómo pasaban Navidad los niños con cáncer, con el objetivo de sensibilizar a la sociedad. Creía que sería fácil. ¡Uf! Los niños mostraban una ilusión propia de quienes tienen una larga vida por delante. Eran los pequeños quienes mantenían vivo el ánimo de los padres con una fuerza que no sé de dónde salía. Uno decía que se iría a estudiar a Inglaterra, otros que se casarían con una niña que les gustaba, o me enseñaban la foto del coche que se comprarían cuando fuera mayor. Ninguno pensó ni un segundo que viajaría a Londres, que no llegaría a festejar o que se movería por la vida con un vehículo muy diferente a aquel Golf. Àlvaro Solà, embajador de AFANOC, la asociación que ayuda a las familias que pasan este calvario, me ha propuesto que compre una gorra para colaborar con la asociación. Quiero que os pongáis vosotros también esta gorra. Puede escribir a gorresolidaries22@gmail.com, llamar al 977228712 o pasar por la delegación en Tarragona de AFANOC. Son sólo 8 euretes. Cuando te la pongas, piensa en los Reyes Magos saludando a una fachada de hospital llena de caras ilusionadas pegadas a un cristal porque no pueden salir de la habitación.

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