Diari Més

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Quienes de jovencitos éramos guapitos y pesábamos 52 kilos éramos como el doctor Christiaan Barnad, que hacíamos un trasplante de corazón cada verano en los quirófanos de los pubs y las boîtes. Ahora, los aficionados a la poesía, debería sacar un boli Bic naranja para apuntar eso, que ni al Sabina se le hubiera ocurrido.

La vida continúa y, si sois como yo, no te das cuenta, y aquellos arranques de caballo ahora se han convertido en jadeos de burro. Tú siempre piensas que las ex se quedan llorando sentadas en una mesa camilla de aquellas que tenían una madera redonda los pies donde se ponía el brasero o la copa. Perdonad, me he parado un momento para repensar lo que había escrito. Volved a coger el boli Bic que aquí tenemos de nuevo poesía: una mesa con un brasero que quema los pies y personas que deberían ser ex de todo acabarán llorando.

Pues las chicas o los chicos con los que ha festejado no se quedan llorando, sino que conocen en una boîte a otro Barnard que no es tan delgado y guapito, pero cuando saca la cartera y la pone sobre la mesa hay un terremoto de 8, 2 grados en la escala B, que es donde vive el Richter. Una de estas chicas, que eran canguros a los setenta y ahora los niños que cuidaban le tiran los tejos, tuvo la gran suerte de estar encaprichada de una servidora (entonces era servidor). Me ha escrito en Facebook para decirme que en la clase de su hijo -no es mío- el profe recomendó un libro mío y que le ha hecho gracia que el muchachito llegue a casa con una foto de aquel con el que salía hace ahora el mismo tiempo que Franco dio por culo. ¡Exacto! Cuarenta años. ¡Hum! El corrector de Word dice que lo he escrito mal. ¿Culo? ¿Demasiado grosero? No, no, dice que lo de Franco lo escriba en presente y no en pasado.

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