Diari Més

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Antes, la gente de mi edad hablaba del dolor de próstata, de un amigo que se llama lumbago y del Barça. Ahora no, ahora si eres de los que votó laConstituciónnn-sí, con tres enes, ¿qué pasa? - tu vida ya sólo tiene una finalidad: caminar. El Facebook de mis amigos está lleno de mapas con líneas dibujadas que reflejan los kilómetros que han hecho cada día y que una especie de cacharros que se llamanSmartWatchmiden con la misma precisión que los presupuestos del Fortuny. Cuando quedas con ellos, primero te miran el perfil -no, no el de Linkedin-, sino lo que queda bajo la camisa «nueva» y te interrogan «¿Ah, tú no andas?». Tú respondes que no, se abre el cielo con un trueno terrible y aparece la cara de Mariano Haro gritando«¡Herejíaaaa!». Entonces la conversación durante la comida es: «Pues yo camino cada día una hora como mínimo. Va muy bien. Voy desde la plaza de la Font hasta el Cementerio ». Yo, tímido, hago dos peticiones: «Hombre, pues lleva un piolet y cuando pases por aquella torre de electricidad del Paseo Torroja le das un golpecito. Como pasas cien veces al día caminando, en un año la tiras abajo». También recuerdo siempre la gente que estaba en la salida del recorrido y ha terminado con destino final en el lugar donde ya no hay que cotizar. Un recuerdo emocionado para ellos, pero -lo siento- es que yo cobro por hacer humor, así que os voy a contar una anécdota. Fui al funeral del padre de una amiga que tenía ese vicio de salir de madrugada a andar con las zapatillas. Mi amiga, a pesar del dolor, vio pasar el féretro del que enterraban antes que a su padre y, al pasar, dijo una frase que me ha quedado marcada en el cerebro: «¡Mira! Otro que andaba».

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