Diari Més

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En mi calle, antes de la pandemia, comenzaron a hacer obras en unos bajos donde creo recordar que estaba el taller mecánico del Morera. Una vez terminaron los albañiles, miré desde el vidrio en el interior oscuro y vi sillas de astronautas, como si los de la NASA se hubieran cansado del Cabo Cañaveral y hubiesen decidido venir a mi calle a tomar cañas. Sería un bar modernillo, un pub irlandés o quizás una de esas parroquias de lucecitas ... no, eso no podía ser porque cerca hay dos colegios de niños. En caso de que fueran colegios profesionales, entonces sí que lo sería. Aquello era un misterio ... había demasiadas sillas. ¿No sería una sucursal del Parlament para que se reúnan los vividores? ¿Qué dice? No, perdone, no estoy ofendiendo los políticos, según la RAE vividor es alguien «de vida duradera». Otra cosa es que «se lo lleven muerto».

Finalmente, he decidido entrar en aquel lugar. Un largo pasillo me ha llevado a una recepción donde una chica muy simpática me ha recibido. Le he preguntado qué era aquel local, y me ha dicho que es un establecimiento donde puedes jugar en el ordenador, eso que ahora llaman «gaming». Para los que ya estáis vacunados porque tiene más de 120 años: como ir a jugar a la butifarra, pero en un sitio con menos luz y en vez de Juan sirviendo carajillos tienes una máquina de bebidas que con monedas y no se llama Juan, tiene un nombre inglés: «Vending». O sea, entras, te sientas en un ordenador en una silla muy extraña y puedes jugar al Fortnite, donde 100 participantes tratan de matarse entre ellos, o al Solar Smash, donde puedes tener el placer de destruir la Tierra. Vaya, muchas sillas, matarse entre ellos y destruir el planeta. Definitivamente, en mi calle han puesto el Congreso.

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