Diari Més

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Tenía que hacer una gestión en la OMAC. No en la OMIC, la AMI o la OMS. Que me he imaginado una mañana con tres carajillos sobre la mesa al secretario del ayuntamiento, un teniente de alcalde y un capitán de alcalde poniendo siglas a los departamentos. «Pues yo, en la oficina de gestiones le pondría OMAC, porque me recuerda a los Morancos», y el otro «pues a los municipios amarillos les llamaría Winehouse, como la cantante. Bueno, un poco largo, pongámosles AMI»...

Acabo de llegar a casa con un calendario magnético, una calculadora de madera, una botella de cobre para hacer cócteles y veinte bolígrafos de cartón. Todo me ha costado unos quince euros. No, no es un «chino», tampoco es una liquidación de artículos de cuando eliminen las diputaciones. Son unas tiendas modernas que no sabría definir, como las nuevas oficinas bancarias, aquellas que parecen extraídas del Hall 9000 (pronunciadlo como Chiquito, por favor). Diría el nombre, pero como no han puesto un duro de publicidad, no lo diré. Yo las llamo «ikeillas». Pues resulta que la tienda de las chorraditas está cerca de las oficinas municipales de las chorradas. Y lo digo porque mientras en la mayoría de lugares del mundo ya no es necesario que vayas, porque lo puedes hacer todo por internet, aquí todavía tienes que hacer cola junto al Motoclub. Ahora, hemos de ser justos, me han atendido de una forma exquisita, como las chicas que me vacunaron. Si al final la cosa funciona, no será por la administración municipal, será porque las funcionarias se lo toman a pecho. Coñe, ¿Ya se ha acabado el artículo? Y eso que había comprado un contador de caracteres hecho de bambú, a 155 céntimos la unidad. Reconstruiré la frase: Señores, si no hay unidad, volveremos a tener un 155. Ahora sí, ahora sí que acabo contento.

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