Diari Més

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Señoras, señores, os anuncio que he cumplido 60 años. Ahora me gustaría que todos exclamaseis: «¡Pues no lo parece!», «¡Qué bien se mantiene». Muy bien, gracias. Si a los treinta tienes una crisis, y bebes para olvidar que los has cumplido, a los sesenta ya te has de inyectar heroína para levantar la cabeza. Ayer, después de la celebración (pequeña, para no alterar la diabetes tipo dos y la prostatitis tipo uno) recordé que hacen descuentos y gratuidades varias para gente de mi edad. Así que entré en internet a mirar todo lo que puedes hacer cuando eres un becario de viejo. Me salió un «¡Error 404!». Eso ja me dio una pista de lo que será mi vida a partir de ahora. A esta edad, se produce un fenómeno curioso, un amigo tuyo que ya está situado en la crisis de los 70, te dice que eres un crío, mientras un vecino de 44 te mira el pecho como para saber donde tiene que poner las manos cuando te tenga que hacer un masaje cardiorespiratorio después de que subas las escaleras de casa.

Pero yo he querido mirar la parte buena: conseguir descuentos y, sorpresa, todavía no llego… casi todos son para cuando ya tenga 65 años. Y si tiras atrás, el carnet Joven ya está más lejos que la independencia. Cuando entro en algún museo con el carnet de estudiante de la URV la persona de la taquilla acostumbra a mirarme como si fuese un triste estafador que ha cogido el carne de su sobrina y le ha pegado su foto. «¡Qué asqueroso, por cuatro euros!» oigo a mi espalda. Suerte que todavía queda gente de 80 años que llega a Papa, presidente del Gobierno o director de Televisión Española, entonces me animo y pienso que un día me llamará Ricomà y me pedirá si quiero ser alcalde. Yo le preguntaré si en la alcaldía hay heroína.

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