Mi mujer tiene una afición extraña, aparte de compartir su vida con un prejubilado: vive rodeada de ratas de peluche. Como no tenemos hijos, ni perro, ni gato en casa, ella le pone nombre a cada uno de los roedores. Hace un par de años que me preguntó como debía llamar a la rata más gorda. No tardé ni un segundo en responder: ¡Endesa! Y así pasará a la eternidad, porque un bicho de estos no se destruye tan rápidamente como los que comen pienso. Por cierto, que si tienes un gato, ya habrás visto que hay más variedad de piensos que platos en un restaurante Michelin. Que si para perros pequeños, que si para gatos con sobrepeso… y también hay para políticos pequeños con sobrepeso y perros. No tenéis que pensar mucho, sólo hay uno.
Ahora haré una cosa muy fea en un artículo de opinión y probablemente algunos tirarán el diario después de leerlo: «Me cago en los directivos de las eléctricas que suben la factura en estos días de frío y pandemia». Ya puestos a evacuar, también en los que decidieron subir el autónomo en periodo de baja facturación. Como hoy estoy cagón, también maldigo a los que han decidido que los bancos sean como la sala de baile La Paloma, que para hacer un «ingreso» tienes que saber mover bien la maquinaria. ¿Se puede tener tan poca vergüenza e insensibilidad como para encarecer el precio de un servicio tan básico como su cerebro? ¿Se puede permitir que los políticos, los rojos, los azules o los verdes no hagan nada para evitar estos abusos? ¿De verdad estos tíos a los que pagamos con los impuestos se tienen que reír de nuestras precariedades? Hablando de electricidad, y como me queda poco espacio, yo pongo los ingredientes y vosotros ya cocinareis: electricidad y huevos. ¿No necesitáis receta, verdad?