Diari Més

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Si alguna vez habéis entrado en el edificio de la antigua audiencia habréis comprobado que hay una maqueta de Tarraco de la época en que los romanos no sólo venían para ligar en la playa. Josep Maria Llort es un tarraconense que vive dentro de la maqueta, concretamente representa a Eurysaces, un panadero de la Roma de hace dos mil años a quien le hicieron un monumento en el Foro de la ciudad-estado, o como se día ahora en Tarragona : «¡Cómo está la ciudad!». Josep Maria, nuestro querido Josep María, se ha jubilado, y ahora, como aquel panadero, le tendríamos que hacer un monumento. He pensado que el mejor lugar sería en el Nou Estadi de Tarragona y que los jugadores lo tuviesen que esquivar. También pediría a los seguidores que en vez de gritar «¡Goool!» utilizasen la exclamación «¡Llooort!» en su honor.

Cuando el emperador Augusto llevó a Tarraco por primera vez, Josep Maria ya lo esperaba en la Porta del Roser con una gran bufanda amarilla, tejanos y aquella americana que parece el brazo de un heroinómano, más pinchada que la casaca del militar republicano Martínez Vendrell. Josep Maria se ha convertido, como Boada, el pichichi Peralta o el Maginet, en parte inseparable e insuperable de una ciudad que lo quiere. Si por casualidad cometéis el error de preguntarle a Llort alguna cosa del Imperio Romano o del modernismo del Metropol, mientras lo oís pensareis que se os ha parado el cerebro, porque Llort sabe hasta qué número de sandalia calza Calígula. Josep Maria, los de Tarragona, del Nàstic, los castellers, los independentistas, los historiadores y los analfabetos como yo te deseamos felicidad en tu nueva etapa. Por cierto, intenta hacer algo de provecho en tu tiempo libre, aparte de ligar en la playa, que ya nos conocemos.

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