Diari Més

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¿Conocéis a alguien con un trabajo que combine hacer reír con hacer llorar y que no sea un político? Sí, soy yo. Si hubiese podido escoger a quién parecerme, hubiese querido ser Gila, Capri o Buenafuente, pero, al no haber tomado el camino recto, al final me he convertido en la Colau. Cuánto más quiero ir yo hacia el humor, más me lleva la vida al drama. Hace unos meses me llamaron del programa «Crims», del Carles Porta, para que dice mi testimonio sobre un triple asesinato. Hace unos años yo hablaba con el Gago para hacer algo divertido en la radio y se organizó un motín en la cárcel del Corte Inglés. El caco que encabezaba la protesta subió al tejado, ante el Gobernador Civil y Dios (Maldonado) y gritó que quería que negociase para ellos un tal Peñalver. ¡Ni loco! Estos tíos juegan a matar, pero sin pelota. Me haría gracia escribir libros de humor, pero las editoriales que me llaman sólo quieren mi parte gore. Pero el otro día, por fin vi en una clase de Derecho que unían humor y dolor. Me explicaban eso de la inmunidad, la inviolabilidad y el aforamiento. Que quiere decir que los diputados no pueden ser detenidos y que para ser procesados se necesita un suplicatorio. También que no pueden ser castigados por sus opiniones… He llamado a Carmen Forcadell para que riamos y lloremos juntos.

El viernes hablé con Carles Porta, a quien considero un genio por su manera de explicar casos criminales. Y también vi que cuando da una charla lanza una fina ironía que provoca risas. Lo celebré, y ya no me siento tan solo. Ahora que pienso… he criticado la Constitución… y yo no soy inviolable, especialmente por la parte que ya tenemos rota los autónomos.

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