Diari Més

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¡Buenos días! Empezamos una nueva semanita, a ver si en estos siete días no se nos va ningún excelentísimo al extranjero. Aunque, ahora que le doy vueltas a los que he dicho, algunos iría bien que se fuesen al campo de Marte, no a los jardines de Tarragona, no, a cultivar una parcelita del planeta «rojo». Con la pandemia tenemos más nuevos «formatos» que en los discos duros del PP. Una de estas nuevas maneras de organizar un acontecimiento me ha hecho gracia: es el AutoTour de los 40, un nuevo concepto de concierto que se hizo el sábado en la Anella Mediterrània, aquel lugar que se inauguró para los juegos que fueron la polla… de agua, porque también eran una especie protegida.

Los conciertos pandémicos consisten en entrar en un recinto con el coche y la mascarilla, como si fueses a atracar una ITV. Tienen la desventaja de que no puedes salir del coche a bailar, pero la ventana de ahorrarte los tufos de estos lugares. Eso sí, la cerveza no se perdona y han puesto camareros que pasan dando toquecitos en los cristales y preguntando: «¿Quieren tomar algo?». Algunas parejas contestaban «Ya vamos servidos, gracias». ¡Malpensados! Se habían llevado las cervezas de casa en una neverita de camping, que todo hay que explicarlo. El acontecimiento se transmitió en directo -me refiero al concierto, no a lo que pasaba dentro de los coches- y era la primera vez que veíamos una cosa así en Tarragona. ¡Hombre! No es precisamente Woodstock, pero entre eso y estar en casa mirando el Barça… ¡Vale, vale, no me insultéis! De todas maneras, me ha parecido que podría ser una buena fórmula para que vuelvan a reunirse todos los diputados del Congreso. Aparcarían 350 coches oficiales en la Casa de Campo de Madrid y en vez de camareros con cerveza fresca, pasarían golpeando el cristal y preguntando: «¿Enmienda? ¿Moción de censura? ¿DUI?».

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