Diari Més

Tribuna

Salvador Illa Roca

Primer secretari de la JSC del Camp de Tarragona

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Y entonces ocurrió lo inédito. En un país donde la portavoz parlamentaria del PP acusa al Gobierno democrático y constitucional de España de venir «del crimen político»y donde el ejecutivo independentista de la Generalitat denuncia intenciones ocultas cabalísticas humillantes por el número de material sanitario que el Gobierno destinaba a Catalunya en plena pandemia, en un país tristemente acostumbrado a la bronca política y a las descalificaciones personales, sucedió lo que no había pasado nunca antes.

Salvador Illa Roca, ministro de Sanidad, tomó la palabra en el Congreso y dedicó los últimos minutos de su intervención a alabar el trabajo de sus adversarios políticos. Lo nunca visto. Solo hacía falta observar la expresión de los homenajeados –entre la sorpresa y la estupefacción– para constatar que estábamos ante una actitud poco frecuente en nuestra vida política, más acostumbrada a estilos tipo señor Rufián o señora Álvarez de Toledo. Lejos de insultar o de reprochar a nada y a nadie, Salvador Illa se dedicó a dar las gracias a todos los portavoces de la oposición, uno por uno, a agradecer sus propuestas en positivo y a alabar su trabajo. Sin recriminaciones, sin acusaciones, sin burlas. Con generosidad, con empatía y con humildad. Chapeau. Como socialista y militante del PSC me siento orgulloso de la actitud, política y moral, de Salvador Illa. Como ciudadano, cansado de escuchar intervenciones en el Congreso o en Parlament con epítetos como «criminales», «traidores», «fascistas», «golpistas», etc formulados por aquellos que tienen la obligación de dar ejemplo cívico y no de chapotear en el pantano de los insultos, saludo con esperanza este nuevo estilo político respetuoso. Supone la entrada de aire fresco. La introducción de un clima político basado en el respecto desde la discrepancia, en un debate parlamentario sano que nos ayude a sumar para mejorar como sociedad, sin exclusiones ni improperios.

Creo que Salvador Illa ha sabido interpretar e incorporar la exigencia que nos llega desde la calle. Desde la calle, desde las casas particulares, desde los hospitales y centros de salud. Es una exigencia que pide a la política que esté a la altura, igual como los ciudadanos y ciudadanas lo han estado en estos últimos meses tan duros y difíciles en que la pandemia nos ha puesto a prueba. Es momento de sacar lo mejor de nosotros mismos y no de perdernos en el laberinto de la bronca política perpetua. Nuestra vida política debe dejar de lado las descalificaciones y los insultos, y reconocer y valorar las aportaciones que hacen aquellos que no piensan como nosotros. Es lo que ha demostrado el gesto de Salvador Illa.

Por ello estoy convencido que la ovación –algunos diputados de la oposición incluidos– que el Congreso tributó al ministro Illa cuándo se dirigía hacia la tribuna no es solo una ovación a su gestión durante la crisis (que también). Es, sobretodo, una ovación a la increíble manifestación de coraje colectivo que todos y todas habéis protagonizado durante el estado de alarma. Por vuestra valentía, quedándoos en casa y manteniendo el confinamiento necesario para salvar vidas. Por vuestro coraje, los profesiones de nuestra sanidad pública, las y los trabajadores de los servicios esenciales, los agentes de los cuerpos de seguridad, etcétera. Por vuestra determinación y solidaridad, ayudando a aquellos que no podían valerse por ellos mismos. Esta ovación es para vosotros y vosotras. Vuestra actitud y comportamiento han sido inspiradores. Sois inmensos. Hablaba de las intervenciones respetuosas y sensatas del ministro Salvador Illa. De la necesidad de oxigenar el debate político para que esté a la altura de las exigencias que nos demanda la ciudadanía. Es también el estilo del presidente Pedro Sánchez. En una de las ruedas de prensa que protagonizó durante la estado de alarma los periodistas le preguntaban sobre las últimas acusaciones tanto de la señora Ayuso como del señor Torra a la actuación del Gobierno. Esta fue la respuesta del presidente: «No voy a polemizar con ningún presidente autonómico. Estoy convencido que, como yo, están haciendo todo lo que pueden y deben para salvar vidas. No voy a perder el tiempo con ninguna polémica, estoy centrado en lo que debo de estar.» Y en aquel momento, en la sala donde estaban los periodistas, de forma casi inaudible se pudo escuchar una reacción espontánea que se reducía a una solo expresión: «¡Olé!».

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