Diari Més

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En medio de una tragedia descomunal, nos ha llegado la tragedia de la muerte de Pau Donés. Ha hecho llorar a muchos, muchísimos, que bailamos, cantamos y nos enamoramos de su Flaca al mismo tiempo que nos enamorábamos también del mar y de alguna chica durante aquellos veranos de mediados de los noventa.

Alguna vez lo vi por los pasillos de TV3 cuando yo daba vueltas por allí como guionista. Un hombre vital y afable, amigo en la distancia corta. Eso me explicaba un día Jeroni Castell, del restaurante Les Moles de Ulldecona, donde había hecho algún concierto. La mente es muy extraña y la pérdida de Pau me ha llevado a pocos quilómetros de esa población del Montsià, a Tortosa, al camerino de Tete Montoliu durante un festival de música. La entrevista con el pianista ciego en una habitación sin luz, negra, fue complicada. Toda una experiencia para un entrevistador. He pensado en la oscuridad que pesaba sobre Donés los últimos años y como él le puso luz, e incluso lo pudimos ver con proyectos a dos días de dejar este mundo que él tanto quería.

Pau Donés ha tenido que recorrer el mismo camino, largo y doloroso, del cáncer que también hizo que Carles Capdevila muriese a los 51 años, y a quien también me ha evocado por la filosofía con la que llevó esa pesada carga. Admiro a estas personas vitales que toman la vida con fuerza, e incluso con humor, aún sabiendo que la luz se apagará y se encontrarán, como Montoliu, en una habitación oscura. También se han apagado los focos para Pepe Martín, aquel Conde de Montecristo de la telenovela de 1969 que quedó marcado en el recuerdo de todos, como La Flaca del Pau, las charlas de Capdevila y el jazz del Tete. Pau Donés decía y creía que este mundo era «Bonito», ahora yo añadiría un «Depende».

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