Diari Més

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Ayer estaba parado con la moto en el semáforo en rojo del Gobierno Civil. El coche de la derecha tenía unas bulerías de Camarón a todo trapo, y en el vehículo de la izquierda había una música un poco más tranquila, se oía «vinyes verdes vora el mar…», de Lluís Llach. Pensé en la moraleja que emitía la situación, de un lado me venían aromas de mi tierra, Andalucía, y de la otra venían sentimientos de mi tierra, Cataluña. El que programó el semáforo debía ser un daltónico con muchos masters, porque podía bajar de la moto y hacer una paella en medio del paso de cebra antes de que se pusiese verde.

Entonces he oído por la radio (sí, mi moto tiene radio ¿Qué pasa?) que el Parlamento andaluz había concedido una subvención de 100.000 euros para reforzar la cultura andaluza en Cataluña. Es una iniciativa de VOX, una asociación de boy scouts con unos grandes sentimientos hacia Cataluña. Yo, como andaluz, he querido ver la parte buena del tema. Seguro que la idea salió de un descerebrado durante un sueño «aporellero», pero el tiro les saldrá por la culata. Me explico. Dice la propuesta que están destinadas esas ayudas a actividades de promoción cultural, de orientación de la población andaluza en el exterior y mantenimiento de entidades culturales andaluzas en Cataluña y Valencia. ¿Dónde está el problema? ¿No nos gusta en Cataluña el flamenco? ¿Cataluña no quiere a Andalucía? ¡Pues claro! Si hasta tenemos un festival que se llama Sona Framenc y si estás en Bonavista es como si estuvieses en Córdoba o Jaén. Amigos, lo que haremos los catalanes y los andaluces con la pasta de VOX será comprar gambas, manzanilla de Sanlúcar y fino de Jerez, y montaremos una fiesta en casa de la Charo que se caga la mosca. ¡Paga VOX! Madre mía, qué «pringadox».

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