Diari Més

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La gente me pregunta coses que ellos no saben, pensando que yo sí que las tengo que saber. Quizás es porque tengo el nombre de un tío que hablaba con Dios o porque creen que tengo unas fuentes divinas de la muerte, como la Inés Arrimadas. Recuerdo que, cuando pasó aquello merienda de palos del 1-O, también me preguntaban y yo contestaba, poniéndome interesante, que en Europa ya estaban negociando un referéndum que no acabase como la comedia de Falset. Ahora, con eso del confinamiento, me vuelven a preguntar como si yo tuviese un piso de 25 metros cuadrados en la calle Cavallers, me hubiese pintado una peca en la mejilla y llevase un pañuelo floreado en el pelo. «Moi, ¿Cuándo volveremos a la normalidad?». Respondo preguntando si se refiere a la normalidad de un país con la sanidad destrozada y ley mordaza, o a uno de normal, normal. Entonces saco una botella de Whisky Macallan y la froto para saber el futuro, pero no contesta nada. Ahora, cuando me la bebo sí que lo veo todo: la botella me dijo el pasado 16 e marzo que podríamos salir de casa a hacer unas cervezas tranquilamente el 20 de junio. Des de aquel día voy por las plazas mayores vestido como un ciego de la edad media, con una varita y unpowerpointhecho con Windows 98, cantando romances y explicando historias de auténtico miedo. Las que más éxito tienen son las de aquel trimestre en el que los autónomos no comieron por culpa de la peste negra y las de hombres descuartizados por haber ido a comprar una cerveza. Eran ejecuciones terribles en que ataban al reo a un tronco y lo iban desmembrando como un cangrejo mientras la gente gritaba con sangre en los ojos: «¡Matadlo, hereje! ¡Ha salido a la calle!». Pero aquello no era la peor parte de la tortura, antes, les obligaban a oír tres horas de rueda de prensa de Pedro I el Grande.

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