Diari Més

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Hoy hablaremos de historia. San Ción y San Itario fueron dos mártires de quienes sólo se conocen sus nombres en castellano, porque, a ver quién era el guapo que traducía del hebreo antiguo al catalán, y también para que Eva Granados fuese feliz.ItarioiCiónson nombres que parecen de Constantinopla, pero no, eran más sencillos, eran de Constantí. San Itario fue un galeno de la época de Bizancio, y San Ción era un centurión romano que multaba a todo cristo, incluido Cristo. Estaba a las órdenes de Buchtus, uno de los militares republicanos que mató a César. Como que aquel asesinato había sido un batiburrillo, decidieron ponerle el nombre de César a una ensalada. Los escritos de San Itario se encontraron en unas excavaciones hechas en la villa romana de Centelles. Las tradujo Quinto Septimio Forente Tertuliano, conocido en la época como «el de Sálvame». San Itario había dejado escrito «No quiero plegarias, ni cirios, ni promesas. Cada día a la octava hora saldréis de ladomusa aplaudir como si estuvieseis en las cuádrigas». Así fue como la tradición se consolidó hasta ahora. En aquellos años, San Ción paseaba por el Fórum de Tarraco preguntando a los plebeyos si iban a comprar viandas o venían del Bar Tòful. Si el ciudadano no llevaba ningún saco delMercadomus,Ción sacaba la piedra y el punzón y tallaba una multa por desobediencia a la autoridad.Buchtushabía dado instrucciones claras de que los centuriones hiciesen constar siempre la desobediencia, ya que pasear por la Hispania Citerior no era un delito incluido en elIus Civile.San Ción se pegaba un hartón de poner multas cada día, como la de un tal MPuntus, que caminaba ligero por Cala Romana, pero que el pretor perdonaba siempre, por eso se ganó el apelativo deOvus Magnus Peperus.

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