Diari Més

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Apagad la luz y echad a los taquígrafos. Os hablo bajito, a la oreja: semanas antes del confinamiento comí en el Sol Ric con el Paco y Gregory Peck, el exalcalde. Es un restaurante donde puedes encontrar a un subsecretario de Hacienda inspeccionando un entrecot al lado de un camionero búlgaro ensuciándose los dientes de oro con una paella. Al acabar la comida, yo pedí un whisky y levanté la barbilla como diciendo: «¿Y tú?». Gregory declinó la invitación diciendo que no le sentaba bien tomar alcohol. Pensé que era un alcalde atípico porque he ido a comer con unos cuantos y la frase «deja la botella en la mesa» es el primer punto del Orden del Día del pleno. Debe ser por eso que tenemos buena relación, porque él trabajó en el mundo de los ciegos.

Ayer recordé aquella comida al leer que habían detenido al exalcalde de Badalona por conducir borracho, morder a un mosso, saltarse el confinamiento y… ya solo le faltaba haber fusilado a José Antonio. El pobre ha pasado de la «gloria al dolor» como yo cuando Puigdemont proclamó la República.

Cuando era corresponsal en Las Palmas de Gran Canaria y tenía que cubrir los plenos de Maspalomas, al llegar al ayuntamiento no había nadie, estaban todos comiendo en el bar del al lado. Se zampaban una paella, pero en vez de vino, comían con whisky. Pensé que cuando llegase el momento de los cafés y las copas, probablemente vendría un camión cisterna de la UME lleno de alcohol de 96º. Ya sé que se os ha quedado una duda: ¿Y Paco tomó alcohol? No, tampoco. Pero como es mi abogado, os leo el artículo 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: «El detenido tiene derecho a no declarar contra sí mismo».

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