Diari Més

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Me paso el día con la nariz pegada a la pantalla del ordenador mirando el Twitter, la ACN y Europa Press para ver si prohíben coger un tren hacia Barcelona o tomar un Cacaolat en el bar. Tengo la agenda temblando. No sé si el viernes podré circular por la AP-7 o si por Sant Jordi presentaré mi libro a puerta cerrada, yo solo ante un espejo de los lavabos del Teatre Tarragona. Ahora que hablo de puertas cerradas, con esto del virus se podían prohibir las giratorias durante unos añitos, que nos recuperemos del virus de los parásitos que pasan de la política a la empresa. Sólo hasta que se vuelva la hucha de las pensiones. Ya puestos, podríamos recuperar los 87 millones que se destinaron a la guerra de las galaxias. Yo ordenaría que unos cuantos furgones de Prosegur fuesen a Ginebra a recoger el dinero de Génova, más que nada para que no se contaminasen con el virus. Cambiemos de tema que me caliento.

Estoy un poco cansado de ser estudiante y creo que tendría que estar más arriba. Así que ayer fui a las oficinas de la URV a pedir ser rector. Me cae bien la magnífica Figueras, pero mira, me haría ilusión aunque veo que dicen que sólo tengo la EGB. No lo entiendo. Si las facultades están llenas de siglas: que si el TFG, que si les TIC, la PAU, el CRAI… No sé que tienen mis letras que no les gustan. En la puerta del campus me crucé con un grupo de estudiantes italianos de Erasmus. Acojonado, aguanté la respiración durante 30 segundos hasta pasarlos. Después, en el ascensor había un grupo de estudiantes nativos y aguanté la respiración durante otros 30 segundos, pero por otro motivo.

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