Diari Més

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Bien, señores, ha salido fumata blanca y ya sabemos de qué han muerto los pajaritos de la autovía de Tarragona a Salou. No ha hecho falta resucitar a Hitchcock, pero ha faltado poco. Resulta que los pobres animalitos han muerto como Gaudi, atropellados. No diría que ya me gustaría a mí tal prestigio, porque otra cosa no, pero comer y estar vivo son las dos cosas que más me gustan. Des de 1993 que no había pasado una cosa tan extraña en Tarragona. Fue en una casa de la calle Francesc Bastos, donde decía que se podían ver fenómenos paranormales y objetos que se movían sin explicación aparente. Más o menos paranormal que ver a un conductor poner un intermitente.

Hola, buenos días. Ahora soy el Moisés criminalista, por eso hago una nueva presentación. A diferencia de vosotros, pobres mortales, yo soy como la Santísima Trinidad: humorista, criminalista y periodista. Parece que dos o tres vehículos han atropellado a 150 pajaritos. Los pobres, claro, van tan rápido que no han visto el semáforo en rojo. Yo pensaba que los Mossos habrían intentado localizar a los conductores para levantar un atestado con interrogatorio incluido. Ya me imagino que la declaración sería muy parecida a la que hacen los políticos que ganan una moción de censura: «Yo sólo sé que pasé por encima de un bandada de animales muertos». La necropsia se ha hecho esperar. Me he imaginado a diez hombres con bata blanca mirando a un estornino de diez centímetros en posición de decúbito prono y diciendo aquello de caucásico, ojos azules… Yo he estado en autopsias que no duraban más de una hora y creía que para examinar un cadáver tan pequeño no serían más de diez minutos. Eso sí, ha sido más fácil llevar a los estorninos a la mesa, de lo que cuesta llegar a los otros «pájaros».

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